Siempre quise ser maestra; como todas las niñas. Después quise ser escritora. Y ese es el camino por el que siempre, más o menos, me conduje.

La búsqueda de todo ser humano es la felicidad. Ningún ser humano te puede negar que su búsqueda última sea la felicidad. La vida es amorosa, quien la hace rígida es uno. Mi infancia fue muy protegida porque yo nací en Cuba, en un régimen dictatorial muy fuerte. Mis padres me protegieron mucho porque empezaban a sentir que el entorno se hacía peligroso para mí. Cuando llegué a Venezuela, no solo estaban las protecciones de mis padres, sino las limitaciones que yo misma me había impuesto. Así me crié, llegué aquí y seguí siendo así. Si me veo hoy y me comparo con quien era hace 20 años, obviamente no soy la misma persona. Hay mucha gente que dice “yo quisiera volver a tener veinte, ¡qué felicidad!”. Yo, ¡ni de vaina! ¡No! ¡Nunca en la vida quiero volver a mis veinte! Volver a la etapa en donde todo se está construyendo, me aterra. Esa etapa en donde cada decisión que tú tomas puede definir el resto de tu vida para bien o para mal. Divorciarme de mi pareja, dejar la vida en familia por la vida laboral. Son decisiones que pude haber tomado y no las tomé. Cuando miro hacia atrás digo: “Dios, menos mal que me iluminaste”.

El enemigo mayor de la vida es el miedo. El miedo es una cosa aterradora. El miedo da miedo. Te puede paralizar, te puede hacer no tomar decisiones que son cruciales en tu vida. Y el mejor aliado es sin duda la fe, la fe en lo que uno quiera. Yo tengo fe en Dios.

Yo cuento una anécdota de cuando mi hijo estaba preso que puedes creer o no creer, pero para mí fue crucial. En esa oportunidad, en un momento de desesperación, me asomo por la ventana y consigo que el Padre, que era el director del colegio de mi hijo, iba pasando frente a mi casa con su carro. Yo nunca me había encontrado al Padre por aquí. Él se baja, me saluda y me dice que quiere hablar conmigo. A los dos días, voy llegando a mi casa, encuentro al Padre en la puerta de mi casa. Me estaba esperando a una hora atípica en él. Para mí eso era una señal de que tenía que hablar con él. Yo siempre creo y busco señales. El Padre vino y me trajo una Virgen de Guadalupe y me dijo: “esta es la Virgen peregrina y este es un rosario. Récele a esta Virgen”. Yo recé el rosario, algo que nunca había hecho en mi vida porque me parecía aburrido. Llegué al Misterio de “La visitación de la Virgen María a Santa Isabel”, y en ese momento Santa Isabel le dice a María una frase así como “¿quién soy yo para que tu vengas a mí?”. Cuando yo dije esa frase, las lágrimas comenzaron a salirse de una manera que no tienen una idea. Lo que yo sentí en ese momento no lo puedo describir, pero a partir de ese instante, ustedes no se pueden imaginar cómo cambió todo mi entorno. Inclusive cómo se empezaron a abrir las puertas en torno a que mi hijo pudiera salir de la cárcel. Eso fue una cadena de acontecimientos, uno tras otro, hasta que salió el día de La Virgen de Chiquinquirá. Para mí eso es una demostración de que la fe da sus frutos.

Escritura:
Dayani López
Fotografía:
Camila Ayala
Lugar:
El Cafetal, Caracas
Fecha:
13.6.2017
El mejor aliado es sin duda la fe, la fe en lo que uno quiera.
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