Cuando terminé el bachillerato en Cabudare, me regresé corriendo porque me hacía falta mi Petare. Yo crecí en Petare, y me hacía falta todo lo que la conformaba. En ese entonces yo decía: amo mi bulla, amo mis buhoneros, el metro tranca’o, todo full, la gente gritando, la movida…, el barrio. Allí todo es una rumba, un show, nunca te aburres en un barrio, siempre hay algo que hacer. No me sentía identificado con un lugar tan tranquilo y silencioso como Cabudare, era un muchacho de 16 a 17 años que lo que quería era conocer, hacer y vivir. Así que me regresé, a pesar de haber tomado la decisión de irme yo mismo.

Estudié comunicación social, mención audiovisual, pero me especialicé fue en la fotografía. Tuve mucho contacto con ella desde pequeño porque era el fotógrafo oficial de las reuniones familiares. Después de chamo leía historias al estilo de Robert Capa o la biografía del “Ché”, y yo quería tener ese espíritu aventurero, ser corresponsal de guerra. También era que quería usar la fotografía para ser parte de la denuncia y mostrar un poco la esperanza de la gente, en medio de las cosas malas. A esa edad uno lo que hace es experimentar y aprender de eso a ver qué gusta más. Todavía me gusta aprender, por eso doy clases. Me gusta ver la chispa de los muchachos a los que enseño, aprender de ellos y compartirles lo poquito que sé porque ahí está la base de sembrar.

Al mismo tiempo, me sigue gustando salir a patear la calle. Prefiero estar afuera con la cámara siempre atenta al instante, que en una oficina, con miles de obstáculos y problemas burocráticos. En la calle soy un poco más libre.

Mostrar lo que verdaderamente sentía, siento y pienso es otra libertad que me permito gracias a la fotografía. Puedo recordar mucho más un rostro que haya fotografiado, que un nombre, además que algunos hasta se detienen a contarme sus pesares. Recuerdo en especial a un señor al que le acababan de matar al hermano y sentí su dolor, me identifiqué con él porque he perdido muchos amigos a causa de la delincuencia. En esos momentos me siento un aprovechador de las circunstancias, pero siempre me digo que hay que hacer la fotografía. Primero el instante, y ya tendré tiempo para llorar o reír.

A pesar de haber comenzado a tomar fotos en reuniones familiares, los únicos instantes que prefiero reservarme son los que paso con mi familia, y me refiero a mi esposa y mis hijas porque viven conmigo. Cuando viajamos me llevo todo tipo de cámaras, las que se me crucen. Pero cuando me hallo frente al mar, y veo ese horizonte, el azul tan bonito, mis niñas jugando y mi esposa riendo, prefiero disfrutar el momento, guardármelo para mí nada más. Eso queda en mi memoria. En mi memoria y en mis sentimientos. Lo demás será en fotos.

Escritura:
Lorena Quijada
Fotografía:
Pedro Tovar
Lugar:
23 de Enero, Caracas
Fecha:
2.6.2017
Cuando me hallo frente al mar, y veo ese horizonte, el azul tan bonito, mis niñas jugando y mi esposa riendo, prefiero disfrutar el momento, guardármelo para mí nada más.
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