Soy de La Grita, Estado Táchira, pero he vivido toda mi vida en Caracas. Fui profesora de Biología y de Química. Soy Licenciada en Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, graduada en el año 78.
Después de que me gradué canté en la coral de la Católica por quince años. Traté de sacar una segunda carrera pero no pude. Paralelamente, canté quince años en la agrupación Policromía. Estuve en las dos cosas. Soy música de oído, no de escuela.
Mi primer contacto con la música fue como a los tres o cuatro años, cuando mi papá compró un equipo de música que en ese entonces se llamaba radio fonógrafo. Los primeros discos que escuchamos en ese aparato fue de Los Torrealberos, donde estaba Juan Vicente Torrealba como artista y Mario Suárez como cantante. Eso y la música de Aldemaro Romero. Los primeros valses que se montaron en orquestas.
Esa se convirtió en mi música favorita, yo cantaba y bailaba. Mi papá y mi mamá se iban a dormir, y yo me quedaba con el aparato prendido bailando sola, escuchando mi música toda la noche. Me encantaba.
La música venezolana es lo más bello del mundo. La variedad de ritmos que tenemos es impresionante. Desde la época Colonial hasta nuestros días.
También me gustaba ser aplicada con mis estudios. Después, como educadora, trabajé dos años en instituciones privadas. Más tarde, comencé la labor más bonita que yo he hecho en mi vida, que fue en el cerro. En un barrio muy querido: el Mario Briceño Iragorry, en las Brisas de Propatria. En esa comunidad di clases por veinticinco años. Me jubilaron en 2005. De allí tengo el mejor recuerdo de la comunidad. Creo que esa ha sido la mejor época de mi vida.
Soy muy creyente del catolicismo. Pienso que la enseñanza cristiana de Jesús y la Ley de Dios está por encima de cualquier partido político o pensamiento, creo que eso es algo trascendental. El Amor es parte medular de nuestra creencia, y sólo eso es lo que nos puede llevar a ser mejores ciudadanos.
Nunca me casé ni tengo hijos. Desde hace un tiempo salí a cantar a la calle por necesidad y algunos problemas económicos que tuve. Por cosas del destino pasé a encargarme de dos sobrinos de una alumna mía, ya que los padres de ellos tenían muchos problemas. Asumí cuidarlos en mi casa por un tiempo y un día se me ocurrió que esta era una posibilidad de generar un ingreso: Cantando. Lo pensé muchas veces, hasta que decidí romper la barrera que tenía yo misma, y me atreví. Lo hice por ellos también, porque eran unos niños que necesitaban de mí.
Ahora, cada vez que yo entro a un vagón del Metro, o una camionetica, veo que ese es mi escenario. Ahí doy lo mejor de mí, y sorprendo a los usuarios que no saben que serán mis espectadores. Gracias a Dios mi voz, a pesar de mi edad y de que a veces me pongo afónica, cuando salgo a la calle, se me aclara. Canto a plenitud, con la mayor proyección. Yo supongo que es porque Él quiere que yo cante, y eso es lo que me mueve a hacerlo.