Yo fui un niño desobediente. Rezagado. Más que todo por eso llegué a la calle. Mi conducta no era adecuada dentro de mi familia. A medida que fui creciendo fui tomando los hábitos de irme temprano pa’ la calle, llegar tarde a la casa. Fui agarrando malas juntas.

Empecé a consumir desde muy temprana edad, entre los nueve y diez años. Estudiaba pero no daba completo el rendimiento que tenía que dar. Me fui de la casa a los 16 años y empecé a recorrer Venezuela. Conozco muchos estados del país. Me empecé a desenvolver. Siempre he sido una persona que se desenvuelve en cualquier parte porque siempre me ha gustado trabajar. 

Formé un hogar, pero perdí a mi esposa y mi hija en un accidente. Eso me llevó totalmente a una situación crítica emocionalmente. Perdí todo y nuevamente me encerré en el consumo. En el alcohol y la droga. Cuando murieron mi esposa y mi niña llegué a la indigencia. Pasaron muchas cosas en mi vida que no se las deseo a nadie, porque no le deseo mal a nadie.

Estar en la calle es aprender a sobrevivir. Es una vida muy difícil. Abría bolsas de basura para comer. Tienes que dormir con un ojo abierto y uno cerrado porque si no estás expuesto a que te metan una puñalada o te tiren un botellazo.

Aprendí a reciclar conociendo otras personas en situación de calle. Recoger latas, cartón, aluminio. Llegaba con el carrito full de eso. A partir de ahí me fui dando a conocer en mi zona porque era un indigente, pero activo en la parte laboral. Todo el mundo me llamaba: “CANTV, para que mañana me carretilles el puesto”, “CANTV para que mañana me laves el carro”. Yo no les decía nunca que no porque era para mi consumo. Siempre seguí consumiendo, aunque nunca le quité a nadie.

Después de eso me enfrenté a situaciones muy difíciles. Una vez me dieron una puñalada al lado del corazón. Después tuve otra situación complicada, me agarraron por la espalda y perdí un riñón. Creo que Dios permitió que eso pasara para que me diera cuenta de dónde estaba.

Pasé por otro percance: vino una moto y me llevó. Me rompió un brazo. Otra raya más pal’ tigre no quiere decir nada. Aún así se me presentaron personas que me tiraron una mano. Me ayudaron consiguiendo los medicamentos, comida, trabajo. Mario me ofreció trabajo en su taller, allá en Santa Rosa. Dios me seguía dando la oportunidad de vida.

Durante todo este tiempo estuve consumiendo porque estaba metido en un ambiente donde tenía la droga muy cerca y a mí ya no me importaba nada. Todo lo que generaba era para consumir.

Empecé a salir de las drogas hace cinco años. Vi que en verdad eso me estaba haciendo daño. Me di cuenta de que había despreciado tantas ayudas, tantas oportunidades que me ofreció la vida. Todo el daño que me he hecho, toda la vida que perdí… Llega un momento en el que uno se ve en un espejo y dice “ya”. Ese día yo marqué la pauta de decir “hasta aquí”. Voy a dejar el alcohol, la droga. ¡Ya! ¡Se acabó!

Cuando me recuperé fui a vivir en casa de mi mamá. Me aceptó, pero me veía con desconfianza. Todavía muchas personas me ven con duda. Pero gracias a Dios, no me hace falta. Tengo plena certeza de que estoy sano. Actualmente me hace feliz mi trabajo. Lo hago con amor. Me ayuda a drenar. Me gusta leer. En mis tiempos libres leo historia y la Biblia. 

Ahorita lavo carros y el dinero que gano lo consumo en alimentación. Intento descubrir el propósito que tiene Dios conmigo, porque Dios tiene un propósito para todos. Aunque parte del mío ya lo descubrí: es salir de las drogas. 

Sigo durmiendo en la calle, pero estoy guardando mi platica para alquilar una habitación. Antes me desplazaba por los barrios a cualquier hora, pero ahorita no.

Si pudiera cambiar algo, no volvería a consumir. El consumo no lleva a nada bueno. Y no solo a uno, a las personas que te rodean también. Siempre pensaba dejarla o no volver a consumir, pero es difícil. Nunca pude solo. Ahorita uno de mis sueños es montar un centro para ayudar a esas personas que lo necesitan.

Escritura:
Daniela Salcedo
Fotografía:
David Niño Herrera
Lugar:
La Candelaria, Caracas
Fecha:
15.7.2017
Llega un momento en el que uno se ve en un espejo y dice “ya”.
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