Mi familia es muy tradicional y siempre estuvo en mi mente la idea de casarme, de dar ese paso importante. Mi pareja y yo somos muy chapados a la antigua. En eso nuestros abuelos son nuestro referente, porque aunque él perdió a su mamá muy temprano y yo no tuve a mi papá, ambos tuvimos a los abuelitos de cada uno como ejemplos de matrimonios duraderos.  

Pero, por un tiempo, él no se quería casar. Yo creo que los hombres siempre ven eso como más a futuro. En cambio yo soñaba con vivir juntos, tener nuestra casa, hacer una familia. Por eso después de tener años de novios, desde el liceo, nos separamos. Nos habíamos graduado de la universidad, y él se había ido a vivir a Margarita. Fue un tiempo de mucha inestabilidad, era difícil llevar la relación a distancia. Todos mis ahorros del trabajo eran para ir a visitarlo a Margarita, y los de él para venir a Caracas. 

La distancia y su negativa al matrimonio hicieron que yo tomara la decisión de terminar. Creo que ese tiempo le sirvió a él para reflexionar, pensar: “Si no la quiero perder, pues debo empezar a crecer, madurar y pensar en el futuro”. Se regresó a Caracas para volver a hacer vida acá y reconquistarme, dejó todo en manos de su familia, incluso un negocio que tenía. Y ahí él dijo: “Bueno, si Bárbara me acepta de nuevo en su vida, voy a dar el siguiente paso”. 

El día que me pidió la mano, veníamos de estar molestos, entonces me llevó engañada a la playa. Me había dicho que lo acompañara a pagar una promesa a la Virgen, y yo cedí por eso. Sin que yo lo supiera, le había dicho a mi mamá que hiciera una maleta con ropa para mí. Cuando llegamos a la playa, hizo un gesto de que iba a sacar algo de su bolsillo para entregarme, enseguida pensé que era el anillo de compromiso, pero me dijo: “No… estás loca. Yo no te voy a pedir matrimonio a ti”. Y me dio una llave. 

Preparó una cena toda romántica y me dio un cofre. La llave era para abrir el cofre. Cuando lo abrí había una botella con una carta adentro, larguísima. La leí y lloré. Cerca estaban los mesoneros viéndonos, en ese momento sacó el anillo y me preguntó si quería casarme con él. En ese entonces yo ya había dejado de insistir en la idea del matrimonio, de verdad fue una sorpresa. Había pasado un año desde que había comprado el anillo y estuvo esperando la ocasión perfecta para dármelo.

Nos casamos justamente un mes después de cumplir diez años de novios, en la Iglesia de la Virgen del Valle, en el mismo lugar donde sus tíos y otros familiares habían intentado casarse pero no habían podido. Mi abuelo ya había fallecido y mi abuelita me regaló sus alianzas para hacer unas nuevas para nosotros. Todo fue muy lindo. Para mí era muy importante tener la bendición de Dios.

Creo que los dos nos hemos mantenido muy centrados. Por eso es que dar el paso de casarnos es para seguir esa estabilidad que nos ha dado nuestra relación, porque juntos hemos logrado cosas importantes. Entre los dos montamos un negocio y él me ayudó a comprar mi apartamento. Sabes, esas cosas son muy difíciles de hacer en nuestra generación, más aún en el contexto país que vivimos. Yo creo que lo que nos ha permitido sacar la fuerza es que nos tenemos el uno al otro para todos esos proyectos que nos hemos establecido. 

Tenemos muchísimos sueños en común, y lo que hasta ahora hemos logrado juntos nos da el empuje y las ganas para alcanzar todo lo que proyectamos hacia el futuro. 

La gente muchas veces ve las relaciones como algo que te puede atar o que te limita. Yo no lo veo así, más bien lo veo como un propulsor. A veces, el aferrarse a ese amor que sientes por una persona puede ser el detonante de muchas cosas positivas en tu vida, y al fin y al cabo es lo que todos queremos. Buscamos una persona que nos equilibre y nos haga mantener el centro; alguien que, ante todas las cosas que nos puedan pasar, sea como un refugio en el que nos sintamos seguros, confiados; alguien con quien sintamos que la vida ya no es tan difícil y que nos impulse a ser la mejor versión de nosotros mismos.

Él, de verdad, para mí ha sido como un centro de aprendizaje. Le tocó vivir cosas muy duras en su familia porque desde muy pequeño perdió a su mamá. Siento que de él he aprendido que las cosas se deben hacer pensando en un propósito. Tiene alma de emprendedor y yo creo que eso me ha impulsado a mí a ser así también. A nuestros hijos, que espero sean muchos, les diré que su papá es la persona más honesta y trabajadora que he conocido. Les diré que sean como él.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
Susana León
Lugar:
Los Palos Grandes, Caracas
Fecha:
26.2.2019
La gente muchas veces ve las relaciones como algo que te puede atar o que te limita. Yo no lo veo así, más bien lo veo como un propulsor.
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