Yo he hecho lo que he querido, he sido un irreverente, un rebelde. De muchacho fundé un movimiento anarquista: La inquietud. Nos burlábamos de todo, yo escribía obras de teatro y las montábamos en el barrio, desafiábamos la autoridad, hacíamos travesuras.

Como mi barrio siempre ha sido un lugar de resistencia, aquí supe de lucha de clases desde muy pequeñito -intrepiteando lo que hablaban los abuelos. A los diez años empecé a militar, cargaba piedras y kerosén para los enfrentamientos. Después anduve por Nicaragua y Colombia, y más adelante, como otros de mi época, caí preso. Cuando salí me enamoré y me casé, me tranquilicé, pero seguí haciendo política, siempre oponiéndome a la opresión.

Entonces no es que yo sea de los que se quedan callados. Tampoco admito que nadie se quede callado. Si tú piensas algo y tienes argumento, debes decirlo porque todos somos importantes y no puedes permitir que te pasen por encima. No puedes dudar de ti, ¡Siempre con la autoestima arriba!

Pero la sabiduría de la vida me enseñó que la violencia no es el camino. Tú puedes ser violento con convicción, por ideales, pero no por odio ni venganza.

Por eso cuando a mi hijo me lo mataron, yo tuve que llenarme de valor siendo cobarde. La presión social es terrible y hay personas que te pueden empujar a hacer tonterías. Tuve que ser valiente para ver por mis nietos. Si yo no estaba, si terminaba en la cárcel o en el cementerio, ellos no iban a comer caramelo.

Ahora puede decir la gente que soy cobarde porque no tomé un arma, pero mis nietos van a la escuela y se comen su caramelo.

A mis 64 años ya voy cruzando la esquina, tengo la energía de un abuelo, no la de un papá, pero aquí sigo provisionalmente mientras muero. Mi proyecto de irme a Canaima a vivir en un rancho con gallinas y caimanes se trastocó, pero me quedo en mi barrio donde nací y crecí, donde la gente es linda, donde todos los días hago algo para ver feliz al otro, donde conocí la política, donde aprendí a cocinar, a amar y a luchar.

Me quedan también los amigos y las amigas que he hecho en la vida, el recuerdo de los viejos que me jalaron las orejas, mis maestras de la escuela, los panas que me construyeron buenos caminos, sin ellos no habría llegado hasta aquí, quizás hubiese terminado muerto, en el mundo de la delincuencia o en la calle. Pienso que un amigo es alguien que te orienta. Cuando dices “mi mejor amigo” revisa cuál fue el camino que te construyó.

Bien o mal querido, sigo rebelde igualito.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
Camila Ayala
Lugar:
San Agustín, Caracas
Fecha:
8.6.2017
Pero la sabiduría de la vida me enseñó que la violencia no es el camino. Tú puedes ser violento con convicción, por ideales, pero no por odio ni venganza.
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