La gente lo busca a uno porque muy pocos ven esta vestimenta, eso me ha abierto las puertas. Uno tiene que hacer las cosas bien y combinarse bien para que le vaya bien. Porque uno anda diferente, siempre lo están buscando a uno. “Párate aquí para que recibas a la gente, te alimento bien y te pago bien”, me dijo el dueño y me dediqué a este sitio. Llevo aquí dos años y medio. Este es el trabajo de mi vida.

De niño me la pasaba limpiando zapatos para ayudar a la vieja. Pero no limpiaba zapatos por ahí por la calle, me llegaba a El Paraíso que era pura quinta. Me la pasaba con una boina, unas ligas, siempre bien arregladito. Desde chamín siempre he tenido mi estilo y me he encaminado solo. Me gusta estar solo porque no tengo que compartir nada con nadie.

Siempre me he vestido así. Me gusta estar diferente a los demás. Hay que ser original. Hay gente que va con su shortcito, o su bluyín y su camisa, yo no. Yo siempre ando así, elegante. Es bonito porque uno anda diferente a los demás y la gente se extraña. Se siente bien ser diferente. Muchas veces lo paran a uno: “¿Señor me puedo tomar una foto con usted?”. “Cómo no, señora”, les digo yo. O me monto en una camionetica y todo el mundo tiene que ver conmigo. Siempre voltea una persona.

Yo he ido a donde van a hacer shows, y la gente me busca es a mí. Me sacan a bailar, me tiran bastante foto. Solamente en la puerta le empiezan a tirar foto a uno porque piensan que uno es el que va a bailar. Me siento bien, eso me alegra. Es como que a una muchacha le tiren un piropo. “¡Coño!, ¡mira ese tipo que viene ahí con esa pinta!”, y yo sigo caminando como si no pasara nada. Es un halago.

La elegancia es una cosa. Cuando tú vienes limpio, cualquier restaurante te abre la puerta. “Este tipo se viste como piensa”.

Uno nace con su cosa, con su don. Así como el músico que escucha una nota y ahí mismito lo agarra, yo voy a comprar telas y ahí mismo la agarro y armo mi vestimenta. A mí me gusta andar con mi toque. Busco un pedazo de trapo y lo pongo aquí y este otro pedacito aquí y ¡pum! logro una vestimenta. Me parece que los paltós me dijeran “sácame a pasear”.

Rosado, amarillo -pero amarillo, así, peludo- el lacito, la camisa farolada. Ciento y pico de trajes; zapatos, bueno, hasta por estrenar. Yo le llevo el cuero al tipo y le digo: “mira hágame este modelo y me lo hace”, hasta los zapatos y el sombrero. El cerebro sabe cómo hacer que combinen las cosas. Solamente de ver las cosas de lejos sabes qué se puede combinar con eso.

Esto no es fácil. Tratar con borracho no es fácil, pero uno impone el respeto. A veces le consigo comida a quien lo necesita. La plata que me dan los clientes, se lo doy a los de afuera. Busco de hacer el bien y no mirar a quién.

Nunca nadie me ha tocado el corazón. Me han caído muchachas bien macizas, pero yo ni pendiente. Nunca me han envenenado. Si ya no me enredé en esa época, ahora menos. Me hace feliz tener salud, porque postrado no hay vida. A mis setenta y pico de años no me siento nada. 

¿Quién no le teme a la muerte?, pero ¿qué se hace? Sé que en cualquier momento muero. Lo que hay es que pedirle a Dios que uno se muera de un guamazo y más nada, para no molestar a nadie. Yo vivo en el presente. Me levanto, rezo, echo un buen ejercicio, me baño y me vengo y luego me voy solo y antes de dormir rezo. A cualquiera yo le diría que busque a Dios, porque lo que viene es candela.

Escritura:
Daniela Salcedo
Fotografía:
David Niño Herrera
Lugar:
La Candelaria, Caracas
Fecha:
15.7.2017
Siempre me he vestido así. Me gusta estar diferente a los demás. Hay que ser original.
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