Mi hijo una vez me preguntó: ¿cuándo regresaste de la expedición en la que viviste con los indígenas? La verdad es que nunca regresé. Luego de esa experiencia no fui el mismo. Cuando llegué al asentamiento Yekuana apenas estaba graduado de la universidad. Los indígenas me trataban como un niño porque no sabía nada de la vida en la selva, además los Yekuanas o Maquiritares no son como cualquier otra tribu que ves por ahí, son gente extremadamente orgullosa. Te van a ver como un insecto. Son una tribu que se considera superior en muchos aspectos y creo que realmente lo son. Cuando conviví el tiempo suficiente y aprendí de ellos me dijeron que ahora sí era Soto, “Gente”.

Desde ahí estoy viviendo un mundo paralelo. Mi esposa dice que hablo un lenguaje que no es castellano, y es que mi cerebro está trabajando muy rápido, siempre. Hablo siete idiomas, y dos lenguas indígenas. Además tengo una propiedad, puedo ver cosas con los ojos abiertos, que otros no las ven. Mi computadora está mucho más programada para detectar cosas. Porque ahí están almacenados años de expedición y estudios. Nombres científicos y propiedades de plantas, rocas, animales y experiencia… En mi jardín, en Caracas, encontré una rana que aún no estaba clasificada, la encontré porque mi atención está mucho más desarrollada. Ahora, por sugerencia de los expertos, lleva el nombre del lugar donde fue encontrada, vulcano. Los taxónomos que me han acompañado en expediciones han logrado describir centenares de especies nuevas de plantas y animales para el mundo -y para honrarme, le han puesto mi nombre a 29 de ellas.

Permanentemente tengo una conciencia de lo que está ocurriendo, no estoy a la aventura. Estoy empeñado en descifrar todo, a diario. Incluso en este momento hago descubrimientos por estudios permanentes. Estoy trabajando en la simbología de la cestería Maquiritare y he visto que los propios indios ya no saben lo que significa. Mis apuntes de hace sesenta años me permiten conocer mucho más que ellos de su propia tecnología. Algo traumatizante que me ha hecho sentir la responsabilidad de escribir un libro sobre la simbología referida a la epopeya mitológica Wattuna. Soy un enciclopedista, quiero saber de todas las cosas, no especializarme en una. Eso no se estila en este siglo, pero es así. Mi intención es conocer de todas las cosas.

A veces el pensamiento es tan rápido que se me agolpa. Para poder mantener la mente trabajando de esa manera hago ejercicios durísimos. No de concentración. Hago gimnasia, barra fija, paralelas. Un día sí y un día no. Hora, hora y media. He descubierto de mí mismo que en ningún momento he dejado de estudiar ni encontrar cosas nuevas, a mayor edad, mayor habilidad; intelecto, claridad y condición física. Fui campeón de natación con récord internacional, pero hoy estoy más fuerte que entonces. Quiero perfecto estado físico para las expediciones, los que van conmigo pueden tener la certeza y confianza de que estoy mejor que ellos.

Si me preguntan: ¿Cuál es el descubrimiento más importante que he hecho? ¿Sarisariñama? ¿Las cuevas en el Autana?, o, ¿La cueva más grande de cuarcita? Yo respondería que cada una de ellas, en su momento, han sido lo máximo que me ha pasado, sin ser una más fuerte o importante que otra. Sería como preguntar cuál de tus hijos quieres más. Todos son importantes. Me recuerda también que cuando nació mi último hijo yo estaba en la selva. Le puse el nombre del poblado indígena en donde estaba: John Dosha. Y lloré por mi esposa que estaba dando a luz sola.

Recuerdo todo de niño. Recuerdo que a los doce años hice un descubrimiento arqueológico en el patio de mi casa. Claro que de niño no pude ver lo que quería del futuro, estudié odontología y era el mejor estudiante. Estudié biología y también me destaqué. Trabajé veinte años como odontólogo, y era el mejor, pero no era lo que quería. No tenía idea. Siempre pienso en un muchacho de 16 años que debe decidir la carrera que debe tomar ¿Cómo puedes saberlo?

Desde el año 60, que para mí es ayer u hoy, hacía expediciones. Luego me nombraron asistente del Ministro del Ambiente y me interné más en la selva. Las sensaciones del momento cuando me fui a vivir con los indios las estoy sintiendo ahorita. Mientras más tiempo pasa me doy cuenta de que el pasado y el presente están comprimidos en el mismo momento. No hay espacio dentro de tu memoria que sea pasado o presente. Me marca todo, incluso, estar aquí, ahora.

Escritura:
Dulce Katz
Fotografía:
Omar Ponceleón
Lugar:
La Trinidad, Caracas
Fecha:
22.9.2016
He descubierto de mí mismo que en ningún momento he dejado de estudiar ni encontrar cosas nuevas, a mayor edad, mayor habilidad; intelecto, claridad y condición física.
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