Soy el presidente y director comercial de El Dulce, además de hermano gemelo univitelino de Randall, el chef. Desde pequeños siempre hemos sido muy unidos, con el tiempo, eso nos ha permitido desarrollar una complementariedad natural. Sin embargo, en lo único que somos realmente iguales es en el físico, en todo lo demás es un mundo cada quien. Mutuamente nos admiramos y respetamos mucho, cada uno desde su propio espacio.

El Dulce comenzó desde que ambos juntamos nuestros recursos, lo que cada uno sabía hacer mejor. Él se había formado en turismo y hotelería, siempre le ha apasionado la cocina y la pastelería, y a mí me apasionan los negocios, las finanzas, la economía empresarial y corporativa. Un día unos amigos nuestros, de los Andes, nos pidieron que les hiciéramos los postres de su boda. Nos llamaron porque ellos ya sabían que Randall hacía dulces y esas cosas. El encargo fue alrededor de mil dulces y el pastel de bodas. Estuvimos tres noches sin dormir, a punta de cafeína, pero entregamos ese pedido en su punto. A partir de ahí pude darme cuenta de que podíamos ser buenos en esto.

En un momento pasé por la difícil decisión de qué hacer con mi vida, si quedarme o irme del país. Justo ahí me di cuenta de que yo soy un hombre totalmente sembrado en esta tierra. Soy de los que apuesta por Venezuela, yo creo en su gente, amo sus playas, sus montañas. Así que, de esa premisa de quedarme y emprender aquí con mi hermano fue que partió todo.

Al principio, probamos con varios nombres y como la misma gente repetía: “es que sus dulces todos son deliciosos, el que pruebes”, entonces dijimos: “bueno, ¡qué tanto! vamos a llamarnos así, porque no es cualquier dulce, sino “El Dulce". Y así fue que elegimos ese nombre. Paso a paso hemos ido incursionando en una mayor variedad de dulces llegando a ser reconocidos hoy en día, por diferentes medios de comunicación y expertos gastronómicos, como uno de los mejores, si no el mejor, catering de postres de Caracas.

El Dulce es un negocio que me llena de mucho orgullo, porque a pesar de las dificultades, hemos logrado prosperar en nuestro país, nos hemos podido mantener, no solo económicamente sino como marca. Ya la gente nos conoce, aunque aún nos falta mucho camino por recorrer. A través de nuestros postres nosotros no vendemos dulces, sino que ofrecemos felicidad. El azúcar representa la alegría, poder ver el lado bueno de la vida. Cada fiesta, cada evento, cada boda o celebración la gente la va a recordar por ese compartir delicioso de sus postres y del pastel. Lo bueno está en compartir felicidad.

Yo siempre digo que este mundo del emprendimiento no es para débiles sino para quienes saben fortalecerse y crecer en el camino, aunque no tengas todo claro desde un principio. Una corazonada siempre funciona mejor. Es cuestión de desarrollar el olfato, de tal manera que el cerebro no inhiba lo que dice el corazón. Es importante aprender a escuchar tanto el entorno como el adentro, buscar una comunión entre ambos. Algo como: “Me huele a que es por aquí. Bueno, vamos pa’ allá”, pero con un buen plan en las manos. Es como si de alguna manera el cerebro sintiera, y el corazón también pensara.

Desde muy niño he descubierto que en la vida o se gana o se aprende, nunca se pierde. Si en un momento dado te caes, es para levantarte y seguir. Soy el eterno optimista, tipo Charlie Brown, pero también soy muy realista. Me gusta ver la vida como en el ajedrez, que es un juego que practico desde hace muchos años y me encanta. No solo se trata de un ganar-perder, sino de cuál es la siguiente estrategia que vas a aplicar. Desde esa perspectiva tienes todas las posibilidades a tu alcance, así es como en ocho jugadas la figura del Peón puede convertirse en la Reina, que es la pieza más importante del tablero y tiene la mayor libertad de movimiento. Bueno, así veo yo las cosas, eso ha determinado gran parte de mi carácter, entender que uno puede ejercer el poder desde su posición, todo reside en la capacidad de ingeniarse la siguiente estrategia. Es decir, quizás no controlemos dónde nacemos, pero sí podemos influir en forjar nuestro destino.

En El Dulce nosotros tenemos muy claros los roles de cada uno. Mi hermano es el corazón y yo soy el cerebro de la empresa, a todo lo que hacemos le ponemos mucha pasión pero siempre con los pies en la tierra, pensando cada paso. Entendiendo que si desde un principio todo sale bien, las cosas se multiplican para bien. De un cliente complacido pueden salir muchas más oportunidades, porque ellos mismos, después de que te prueban, te recomiendan. Lo más valioso es que ellos han puesto su confianza en ti. Cuidar de eso es para nosotros algo primordial.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
Susana León
Lugar:
Los Chorros, Caracas
Fecha:
5.4.2019
Es importante aprender a escuchar tanto el entorno como el adentro, buscar una comunión entre ambos.
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