Desde que soy niño, más o menos desde los ocho años, estoy cocinando. En casa la situación era un poquito dura, mis padres trabajaban y éramos varios hermanos. Mi hermana mayor era la que estaba a cargo y quien se dedicaba a cocinar. Yo era uno de sus ayudantes. A veces ella se molestaba conmigo porque yo le criticaba que todos los platos los preparara con cubito, y quedaban muy salados. Eso era una disyuntiva porque yo siempre le sugería otras cosas, otra manera de cocinar. Sin embargo, ella era la encargada de la cocina así que en algunas cosas había que, simplemente, obedecer. 

Poco a poco aprendí yo mismo a hacer mis propias recetas, mis propios platos. ¡Claro!, a mí manera, no tan elaborados, pero dentro de lo básico fui encontrando mi forma de cocinar y me fui involucrando con la cocina.

En la universidad me vinculé con el área turística, pero seguía con mi inquietud por la cocina. Me llamaba la atención el asunto del emplatado, la presentación y combinación de preparaciones y grupos de alimentos. Los colores, las composiciones, etc. Así como de los ingredientes en sí mismos a degustar. En ese ambiente me salió una oportunidad de trabajar en el área de cocina y allí arrancó todo. 

Conocí a una señora que ha sido una mentora para mí: Mirna Rondón, a quien le debo todos mis conocimientos culinarios en el área de comida asiática. Una mujer con visión de futuro. Ella inauguró un restaurante tailandés aquí en El Hatillo, una innovación gastronómica para el momento en Venezuela, y con eso comenzó a darse un crecimiento turístico y comercial del pueblo.

Me encanta toda la comida oriental. Trabajar en la cocina con la señora Mirna junto a una chef tailandesa que nos acompañaba, fue un gran aprendizaje para mí. Descubrí un estilo particular de cocinar, de combinar condimentos, especias y sabores. De preparar platos y recetas. Poco a poco fui ascendiendo hasta convertirme en su mano derecha. Pasé de mesonero a ayudante y después, probando, descubrí que podía hacer buenas salsas. De hecho, atendiendo a uno de nuestros clientes en un evento, una señora quedó encantada con mis platos y recetas, me pidió mi número de teléfono y me dijo que por qué no emprendía mi propio negocio. Eso me llenó mucho.

Empecé a interesarme en varias herramientas de crecimiento personal: emprendimiento, planificación, formulación de proyectos, efectividad de equipos. Talleres de liderazgo transformacional y esas cosas. Un buen día, me encontré con una pregunta que me marcó. Esa pregunta era: ¿cuál es tu sueño?, ¿qué quiero hacer yo en la vida? Pude ver que lo que yo quería era montar mi propio restaurante. La otra pregunta era cómo lo iba a hacer. ¿Qué pasos tenía que dar sin que eso me generase frustración, sino, siendo lo más realista posible? Así decidí emprender mi propio negocio. Por fortuna vivo en un hermoso espacio de El Hatillo, y cuento con el apoyo de mi familia. Mi primer paso fue hablar con mi papá para tomar este espacio, donde antes hacíamos las ferias navideñas, para desarrollar mi idea. El segundo paso era conversar con mis hermanos. Entonces, les dije a todos que esto era a lo que me quería dedicar de ahora en adelante. 

Yo tenía un empleo en la gobernación que alternaba con el de cocina, y por cambios de directivos quedé desempleado, pero la suerte me sonrió, porque con mis ahorros y un premio de lotería que me gané de un sorteo que se hizo en una de las fiestas del pueblo, pude reunir lo suficiente para montar la base del terreno para el restaurante y comenzar a construir. Mi padre me ayudó a terminar de acondicionar el espacio y lo inauguramos un día después de su cumpleaños. 

Fui construyendo poco a poco, modificando las paredes de cartón piedra por cemento. Y, lentamente, pero con mucha visión de futuro, levantamos este espacio donde hoy en día tengo mi restaurante en pleno corazón del Hatillo. Implicó sacrificar otras comodidades respecto a mis demás hermanos. Pero yo sabía lo que quería, por eso pude mantenerme en mi objetivo. Esto me ayudó a romper con viejos paradigmas de imposibilidades y miedos. A darme cuenta de que sí tenía la capacidad y que podía hacerlo.

Un sueño sin acción solo se queda en la ilusión. Soy muy soñador pero también emprendedor. Creo que es importante soñar pero también accionar. Que los sueños sean el motor que te impulsa a trabajar y a hacer las cosas. Un sueño puesto en práctica puede cambiar el mundo. En esto creo que influye mucho el conocimiento que puedas adquirir, los valores que vienen de casa, los hábitos de estudio, trabajar en conjunto con el vecino. La cuestión está en poner tu granito de arena. Otro ingrediente es confiar en uno mismo, en que sí puedes lograr lo que te propongas. Si te planificas y sacrificas lo que sea necesario.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
Carlos Barrios
Lugar:
El Hatillo, Caracas
Fecha:
12.8.2016
Un sueño sin acción solo se queda en la ilusión. Soy muy soñador pero también emprendedor.
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