Guapachá, eso viene de allá de La Habana, Cuba. Es una persona muy guapachosa, pachanguera pues. Eso me viene de mi papá.
¿Tú sabes de qué me arrepiento? De que perdí tanto. Por medio de la droga lo perdí todo. Pero yo creo que ese era el proceso que tenía que pasar para poder hacer lo que hago aquí. Cuando uno quiere cambiar y pasa por tantas situaciones en la vida se da cuenta de lo que es malo e incorrecto. ¡No te dejes engañar!..
Ningún niño nace malo. Un niño es lo más esencial, una belleza. Pero a veces está el amiguismo en la calle... Hay amigos que te destruyen. Si estás en una fiesta te conducen a algo y esa cultura no te la ha dado ni tu mamá ni tu papá.
Cuando uno hace un trabajo social lo que hay es que trabajar con los padres. Si una familia no tiene cultura ¿qué le puedes dar a sus hijos? Una pistola, consumir…
A mí nadie me va a decir “Guapachá, pa’que te metas en una oficina pa’que tú…” No, no, eso es mentira, yo sigo en la calle con los chamos porque eso es lo más importante. ¡No te dejes engañar!..
Yo tenía unos alumnos que eran pistoleros, hoy en día los he llevado a acompañar a artistas. Y se casaron, ya no viven aquí, en el barrio. He recuperado a unos cuantos por medio de esta escuela, por eso me dedico más, más y más. ¿Tú sabes cuál es la satisfacción mía? Cuando yo digo: ¡coño, lo logré! La satisfacción mía no es el dinero. La satisfacción mía es la vida de ese niño o del adolescente o del adulto mayor.
Un país se levanta es así, ayudando de raíz, cuando estamos ayudando de raíz es desde los niños, adolescentes y los adultos mayores. ¿Cómo tú le vas a pegar un grito a un niño si vienen de agresividad en sus casas? Imagínate ¿los voy a recibir yo así? Más bien les echo un cuento, les echo vaina. Yo a veces les hablo, me pongo a nivel de ellos, en su diálogo, en su modo de hablar. Algunos de ellos me dicen “coño, profesor, usted no es cualquier coroto” y así me los llevo yo a ellos. Y a veces los voy a visitar en su casa. Cuando cumplen años yo le llevo sus tambores, le hacemos su rumba.
Yo quisiera ser recordado por el trabajo que estoy haciendo, de corazón. Como lo hizo mi padre, así.
Si todos nos uniéramos a hacer una labor social como debe ser, podríamos cambiar todas esas pistolas por una conga, un bongó, un timbal. Pero un solo palo no hace montaña. Yo me la paso como barajita repetida para todos los lados dando muestras con los niños, de aquí pa’llá y de allá pa’cá… Pero porque los demás no lo hagan no voy a dejar de hacer mi trabajo.
¿Tú sabes a lo que le tengo esperanza? Que este Centro Cultural La Ceiba pase a ser una escuela de percusión. Que se bajen los recursos a la escuela de percusión, en donde yo pueda meter a la gente de aquí mismo, de la comunidad, a trabajar de mantenimiento, de vigilancia, a tener esto bonito, como debe ser.