Tengo dieciséis años dedicándome a estudiar los arrecifes coralinos, eso ha ido afinando en mí una sensibilidad respecto a la naturaleza. Me da mucha tristeza ver cómo el ser humano no se da cuenta de su impacto sobre todo lo que le rodea, ni de las repercusiones que eso tiene para su futuro. Sin embargo, tengo esperanza por la gente que está trabajando en pro de conseguir soluciones.
Yo creo que las soluciones están en las acciones locales, y en llevar esas acciones a lo global. Hay mucho trabajo por hacer todavía pero también hay mucha gente consciente, más de la que creemos, empezando a hacer cosas. Es lindo ver cómo se logra cambiar la visión de alguien una vez que comprende los efectos que puede tener su accionar. Pareciera que estamos en una carrera contra el reloj, a veces es un poco desesperante. Los efectos del cambio climático se están sintiendo en todas partes, están llegando a la vida diaria de tanta gente que de alguna u otra forma lo van a tener que internalizar y a lo mejor no sea tan tarde para actuar.
La dificultad es que estamos poco comprometidos en reducir nuestras comodidades, se ha vendido mucho esa cultura ideal de que la comodidad es tener un montón de computadoras, aparatos electrónicos, un carro para cada uno, varias casas, y de que la familia perfecta solo es la de papá, mamá, hijos, perro... En el fondo la pregunta es: ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué tiene que ver eso con nuestra vida en verdad? ¿Es eso la felicidad?... ¿Acaso no se puede pensar en la posibilidad de compartir? ¿No sería mucho mejor un sistema donde compartamos entre varios esas cosas que tenemos, que nos permita conectar más entre nosotros? Esa cultura tan individualista, en lo que se han vuelto nuestras sociedades, es lo que ha ido desvirtuando el sentido real de la vida.
Yo comencé a tener más conciencia de eso cuando terminé la universidad y empecé a visitar muchas comunidades locales, yendo a sitios remotos a los cuales tengo acceso por mi trabajo. También he podido viajar a Europa y vivir directamente lo que se está haciendo en otros países, todo eso te da una visión de otros sistemas de vida. Ver cómo funcionan otras sociedades, ver otras formas de vivir te da una idea de que no necesitas tantas cosas para estar feliz.
La gente del interior del país tiene muchas oportunidades a su alcance, a lo mejor no tienen acceso a recursos básicos, pero tienen acceso a la naturaleza de una manera increíble y pueden llevar una vida maravillosa solo por eso. Lo cual les hace tener una sensibilidad mucho mayor que el citadino, tanto con su ambiente como con quienes se relacionan. Esto me ha permitido ver que mi felicidad en particular me la dan cosas sencillas, como cada vez que estoy cerca de la gente que quiero, de mi familia, de mis amigos; el mar, la fotografía, bailar…
Creo que hay tres elementos fundamentales en mi vida: mi compañero Helios, mi cámara y una libreta para anotar. Helios es compañía, inspiración y un complemento muy enriquecedor en lo personal, tiene la peculiaridad de que sabe escuchar de verdad y eso no es fácil de conseguir. Además, suele ver cosas, detalles, que yo no estoy viendo, y generalmente en esos detalles conseguimos las grandes historias para contar, porque a él le gusta realizar documentales, es un pescador de historias, de sueños. Por otro lado, mi cámara representa dejar testimonio para otras personas de lo que estoy viendo y reflexionar sobre eso. Es la manera como he logrado integrar esas dos realidades que vivo: la ciudad y la diversidad que está más allá, en la naturaleza de lugares remotos. Mi libreta es el orden que siempre necesito para orientarme en la vida, porque soy muy despistada y olvidadiza, así que cuando anoto algo de seguro es muy importante.
En un futuro cercano me gustaría vivir cerca del mar, no sé cuál exactamente. Cada mar tiene su peculiaridad. Estar cerca del mar es algo que me llena mucho. El mar para mí es paz, tranquilidad, aunque también complejidad; los ecosistemas marinos son difíciles de explicar, de modelar, son un reto.