Todo el mundo me llama Inés aunque mi verdadero nombre es Bernardete. Me llaman así por este negocio: el Café de Inés, aunque ese no es el nombre que le iba a poner Gaetano, mi marido, cuando compró este local en 1972. Hubo una equivocación en el registro y así se quedó.
Soy de Portugal, llegué a Caracas en 1967 directo a la calle Páez en Chacao, después de que me casé me mudé a un departamento por aquí mismo en la avenida Libertador.
El bar comenzó el 1ro de mayo de 1973, estábamos prácticamente recién casados. Gaetano era sastre pero le ofrecieron encargarse de esto y pidió que se lo vendieran. Al mismo tiempo yo estaba en una peluquería, nunca dejé ese trabajo, ayudaba en el bar en la mañana, venía al mediodía y después en la noche cuando salía.
Empecé en la peluquería porque la dueña me quería mucho, le gustaba mi forma de ser. Ella insistió varias veces para que trabajara con ella pero a mí me daba pena. La convencí para que metiera a una hermana, después la otra, al final entré yo. En la peluquería lavaba las cabezas y trabajaba con las uñas pero no hacía cutículas porque me daba miedo que pudiera cortar a alguien. Hasta que una señora, que me quería mucho, me convenció para que hiciera ese trabajo la primera vez y agarré confianza.
Gaetano murió hace siete años y desde ese momento me quedé trabajando a tiempo completo en el Café de Inés. Al principio había muchas personas mayores, así que les dije: lo que necesito es respeto y empecé a ubicar a la gente. Cuando estaban muy tomados les decía: basta por hoy mañana es otro día. No me considero una persona de temple, no soy brava. Las cosas las digo siempre riéndome.
Un día llegó Gabriela, vino una tarde con unos amigos, tomó unas fotos. Me pidió permiso para tomarme una, yo le dije que no. Ella era una persona muy educada. Dos o tres meses después volvió, abrió el bolso y sacó unas fotos, eran las que habían tomado ese día. Me pidió el favor para hacerme otras para su tesis de fotografía. Al final, como me parecía buena persona, le dije que sí. Pasó tomando fotos una semana entera, desde que abría el local hasta que cerraba. No sé cómo le agarré tanto cariño a esa muchacha, como nunca había tenido con nadie. Después pegaron las fotos en la pared como en una galería. Desde ahí empezó a cambiar el tipo de gente que viene al bar. Este es mi lugar favorito porque me gusta mucho compartir con la gente que me aprecia.