Nací y crecí en Mérida. La casa de mi abuela, donde crecieron mis doce tíos y mi mamá, es angosta con un corredor. Lo sabroso de ahí es que al salir se pueden ver las casas coloniales genuinas, la cordillera andina y una placita que es el punto de encuentro entre la gente, su cultura y sus raíces.

Entrar a esa casa es recordar olores y sabores: café en la mañana, arepas de trigo, pisca andina, pastelitos andinos. Cada vez que huelo algo de eso me transporto para allá. Para nosotros la comida es un vehículo que transmite cultura. La pisca andina es la que podían hacer nuestros ancestros en el páramo: papa, leche, agua y huevos, lo básico que puede tener una casa rural. Es una pisca que se ha mantenido en el tiempo y sigue gustando tanto como antes.

El páramo es una belleza. La gente es feliz viviendo allí, con su clima y sus ríos. Para mí los pueblos no son simples pueblos, son las ciudades del futuro, la nueva planificación urbana donde la gente pueda crecer y entenderse en comunidad siendo autosuficientes. A estas casas solo les faltan green roofs y energía verde, a mi juicio.

De Mérida recuerdo a mi papá. Fue mi mejor amigo, la persona que me enseñó a tomar la vida con felicidad, sin importar lo difícil que sea. Nos demostró que el miedo es un límite para hacer las cosas y que si haces algo con dudas lo más seguro es que no lo logres, porque quien lo logra es quien está convencido.

Mi papá se murió pobre. Era una persona de clase media, tenía una de las constructoras más grandes del occidente del país, y decidió dejar el negocio y dedicarse al campo. Vendió todo y compró la finca. No sabía hacer farming pero tenía capital, empezó a hacer prácticas relativamente seguras, se endeudó, gastó todo su dinero y no funcionó. No tuvo acceso a asesores, a financiamiento a mercados ni a requerimientos básicos: luz, agua e internet.

Yo me vine a Caracas a los quince años. El comportamiento del caraqueño me enseñó que se puede pensar con apertura global. Con la oportunidad de estar en la capital pude buscar oportunidades para los demás. Empecé a hacerme un plan de carrera para tener un background lo suficientemente sólido para empezar un proyecto y detrás de todo esto: ¡convicción!

Surgió el Proyecto Níspero, un equipo de gente talentosísima que está entre la ciudad y el campo. Quisimos reconocer el esfuerzo que se estaba haciendo en una finca, gente que trabaja arduamente bajo condiciones incontrolables: lluvia, sol, escasez, sin acceso a teléfono e internet. Hacer agricultura, ganadería; por cierto: ¡bañarse en un río es cool

Creo en el lujo de lo simple. Amo lo que hago. Es de sabios trabajar en un emprendimiento que pueda ser una de las soluciones para el desarrollo del mundo. Es importante sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos, que somos parte de algo. Cuando empiezas a pensar así te das cuenta de que debes cuidar algo que no es tuyo y que estás acá para dejar un legado.Los agricultores tienen que tener los bolsillos tan llenos como su espíritu. La persona que siembra habla con calma, el que siembra y toca un animal tiene un sentido de la belleza, quizás diferente al de alguien de la ciudad. La manera de referirse a la siembra, a sus animalitos, es especial. Lo que hago con Níspero es sumar las partes para que un motor prenda, funcione y no se desbarate en el camino. Mi espíritu me impulsa a ver que cada día es una oportunidad para hacer algo trascendental, no por mí sino por los demás. Quiero construir algo que dure para las generaciones que vienen y mostrarle a las grandes empresas que hay maneras diferentes de hacer las cosas, con resultados diferentes. Quiero mostrarle a mi papá que no se equivocó, que una persona no pasa por la vida de manera efímera, que desde la capital de un país se puede empezar un movimiento y captar la atención mundial, hacer clic con la gente y empezar a cambiar su comportamiento. Las oportunidades no llegan, tú las trabajas.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
José Pecorari
Lugar:
Fecha:
18.6.2018
Es importante sentir que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos, que somos parte de algo.
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