Siempre me ha gustado la aventura en todos los sentidos. He vivido en ocho países por más de tres años, sin embargo el que más me marcó fue la India. Ahí estuve en tres etapas de mi vida y por diversas razones siempre me quedé más tiempo del que tenía planificado.
El gusto por viajar viene por mi profesión como diplomático, pero, también por esas ganas de soñar que me dejó la literatura. Mi papá era un diablito que solía dejar libros de Rudyard Kipling o de Hermann Hesse en lugares estratégicos para que nosotros los consiguiéramos. Creo que de ahí viene mi fascinación por los países asiáticos.
Durante mis travesías conviví con tibetanos, musulmanes, hindúes y católicos devotos al extremo. Cada uno significó para mí una gran aventura y, a pesar de haber crecido en el agnosticismo, hay algo místico que me atrapa. Tanto así que caminé trescientos kilómetros junto a tres amigos para llegar a un lugar muy sagrado en las montañas que dividen el Tibet con la India.
No es posible para mí llevar una vida chata, sin sobresaltos. Mi existencia tiene que tener sabor. No concibo vivir sin intensidad. He pasado de ser muy rico a extremadamente pobre, de estar días sin comer a ejercer la diplomacia de más alto nivel. Por eso nunca me he atado a lo material. Las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro.
En este momento soy profesor de inglés. He tenido trabajos muy importantes, pero enseñar es lo que más he disfrutado en toda mi vida. Todos los días trato de que mis alumnos se vayan con una buena enseñanza. Para mí sentir que no les aporto nada significa la muerte definitiva. Cuando me toque partir me gustaría que me recuerden como lo que soy, una persona sencilla, sin muchas pretensiones.
Esa sencillez me ha llevado a intentar pasar desapercibido. Aunque mi familia tuvo mucha influencia en mi vida no siempre fue fácil llevar el apellido de mi padre, tanto que muchas veces traté de ocultarlo. Busco que me reconozcan por lo que soy, no por ser hijo de Luis Beltrán Prieto Figueroa. Sin embargo, mi apellido ya dejó de ser un fardo que cargar y se convirtió en un globo al cual puede uno asirse para volar.