Mi papá trabajaba con unos japoneses, ellos le decían que yo tenía la contextura física para el judo, pero yo era rebelde y decía que no, que ese era un deporte para salvajes. Otro día mi papá me dijo que estudiara música y yo dije que eso era para niños débiles. O sea, si él decía rojo yo decía verde. Al final, terminé haciendo ambas cosas.
Me crié en un barrio, Brisas del Paraíso, allí todos éramos muy competitivos. En el hogar papá era más flexible, mamá no tanto, sin embargo, ambos me apoyaron mucho para que saliera adelante. En un momento de mi vida tuve que elegir, estaba en la Camerata, en el Orfeón y estudiaba en el Pedagógico. Decidí graduarme e ingresar al club de judo. Hoy en día llevo 30 años como entrenador.
El judo es la esencia de la vida. Te permite auto-controlarte, defenderte. Desarrollarte como un individuo integral, porque no solo son las técnicas en el tatami, también tienes que estudiar otros aspectos, emocionales y sicológicos. Como entrenador tienes que ver cómo los alumnos ejecutan las técnicas y orientarlos lo mejor posible.
En el judo necesito personas comprometidas. Es una responsabilidad. Es como en el amor, todo tiene su tiempo y su lugar. Una persona madura sabe cómo manejarse, pero a los 12 o 15 años qué vas a saber de eso. Entonces vienen aquí pensando en el afuera. Eso no me sirve. Necesito que estén aquí, centrados en lo que hacen.
Quizás por eso no tengo novia, porque ¿quién se va a calar ese calamar? Si ella me dice: vamos al cine o a cenar, yo le digo que no puedo porque voy al judo. Eso me pasa siempre, el judo es mi vida desde que me levanto hasta que me acuesto. Siempre les pregunto a mis alumnos antes de entrar: ¿usted es soltero o tiene novia?, ¿es casado? De ser así, mejor váyase a su casa porque no voy a perder mi tiempo. O te dedicas al judo o te dedicas a una vida de pareja. Es muy exigente. Uno se da cuenta cuando están con las endorfinas y la adrenalina al máximo. En el judo las necesitan full para los ataques y la defensa.
Mi pasión es enseñar. Quiero que mis alumnos sean los mejores. El entrenador termina siendo un sicólogo al mismo tiempo que papá. Creo en el amor, pero todo a su debido tiempo. Lo que te hace mejor entrenador no es tu apellido sino tu conocimiento. Y cómo transfieres a los otros eso que sabes para asegurar una buena cosecha de logros y éxitos.