Me parecía claro que lo que quería hacer era algo visual: cine, televisión o fotografía, no cosas pragmáticas, ni estar en una oficina.
Ser artista parte de una decisión. Puedes aprender las técnicas, pero lo importante es asumirte. ¿Qué es más valioso, trabajar por dinero o por lograr algo? No por obtener sino por dejar un legado.
Ahora, además de trabajar en la Organización Nelson Garrido, tomo fotos, ilustro, hago serigrafía y afiches. Busco un lenguaje que me identifique. Retrato a mis amigos, a gente de la calle y de pueblitos. A mí misma. Ilustro por desahogo. Algo que me hace muy feliz es concluir un trabajo.
Luego del proceso creativo ya quiero hacer algo más. Claro, a veces me tranco y puede pasar un año que no toque la cámara o dibuje pero algo detona ese momento en el que puedo empezar de nuevo. Cualquier emoción drena con el lápiz y color rojo.
Nací en Venezuela pero me crié en Italia, estuve toda mi infancia allá y regresé cuando tenía once años. Me volví a ir y regresé como cuatro veces. Nunca me he podido ir del todo. En una de esas idas y venidas conocí a la ONG. Cuando llegué fue un cambio radical porque nunca me había sentido identificada, con ningún grupo: gays, heterosexuales, ninguno. Y acá no te obligan a ser parte de algo sino que te aceptan como eres. Hasta se me quitó el insomnio. Me siento libre, no rechazada, ni juzgada. Eso no me había pasado antes.
Socialmente es lo más difícil. Parece que siempre tienes que ser parte de algo. A diario lo vivo y es súper violento. Por ejemplo he ido a baños públicos y hay señoras que se salen porque no entienden. Muchos ni siquiera me ven a la cara porque no están acostumbrados a algo diferente. Sacan una conclusión de quién eres sin conocerte. Ya no me causa tanto problema y me da risa, pena ajena, que no entiendan. Hice las paces con eso. Ellos me ven pasar, juzgan y se van; no voy a estar mal tripeando con esa vaina en la cabeza. De los momentos rudos nace algo bello.
En el exterior no me pasa, en cambio acá creen mucho en el qué dirán. Pero aunque parezca contradictorio me siento más feliz con la energía de Venezuela, aparte de los peos políticos, pienso que no nos podemos ir todos. Está bien, tengo momentos de pánico y desesperación pero no creo que todos podamos abandonar. Venezuela es un paraíso y debe ser por eso que tenemos demasiado sol, Caribe, felicidad y ¡birra! Demasiado caos.
Cuando me siento indefensa de tanta agresión, pienso: ¿Será que podemos ser más amables todos?..