Un día estaba de paseo con mi familia, y mi papá, como todo buen melómano, no podía dejar de pasar por una discotienda. Lo acompaño y apenas entramos al local, me siento atraída por la melodía de una especie de pop digital que sonaba de fondo. Le pregunto a uno de los vendedores qué es eso que suena, pero mi padre enseguida nos interrumpe y dice que él me va a responder esa pregunta. Me sonaba demasiado actual para que él supiera. Resulta que el disco lo teníamos en la casa, original. La canción era “Drive my car” de Los Beatles, del álbum “Rubber Soul”. Era la primera vez que yo los escuchaba. Este episodio me unió mucho a mi padre. A partir de allí, Los Beatles se convirtieron en mis compañeros de estudio, en mi fuente de inspiración para hacer canciones, para soñar, para relacionarme.
Creo que mi papá fue mi primer fan. Un día descubrí un cajón en donde él guardaba las entrevistas que me hacían, las portadas de revistas donde aparecía, inclusive algunas de las que yo ni me acordaba. Siempre fue un compañero en mi inquietud artística. Al punto de que no sé si fue él quien incentivó eso en mí o esa curiosidad yo la traía innata.
Mi carrera de cantante ha estado influenciada por una particular mezcla musical y cultural que desde niña yo encontraba en mi casa. Soy hija de madre venezolana y padre japonés. Recuerdo que mi madre escuchaba Juan Gabriel, los Ángeles Negros, Simón Díaz, Claudia de Colombia; y a mis tíos les gustaba la cumbia costeña. Mientras que mi papá, además de escuchar toda la música popular japonesa, era un rockero apasionado, de esos que coleccionan todos los discos originales de sus bandas favoritas. Tenía a los Beatles, el disco doble de Woodstock del 69, Queen, The Ventures, The Four Seasons, Pink Floyd. Era amante del rock anglosajón, del R&B y el Soul. Acercarme a esos géneros, tanto latinos como anglosajones, era muy natural.
El amor lo conecta todo, va más allá de cualquier barrera cultural, idiomática o de identidad. Viviendo aquí, mi papá era muy abierto a los demás. Inclusive, incorporaba algunos aspectos que observaba e iba construyendo su propia manera de ser japonés, pero también de ser padre y esposo, más allá de lo que dicta la tradición. Junto a mi madre, edificaron su propio mundo y así fueron encontrando un lugar común, lo cual hizo que nuestro hogar fuese muy especial.
En este momento estoy en otra etapa de mi vida. Con una necesidad de sentir el hogar, de estar, de permanecer. Estoy en un momento especial.