Comencé a hacer fotos cuando tenía unos diez años usando cámaras desechables, las que estaban de moda, y con la cámara de rollo de mi mamá a quien le debo mi inclinación por la fotografía. 

Desde muy niño tuve la oportunidad de relacionarme con Daniel Müller, hijo del señor Klaus, a quien admiraba mucho por su trabajo. Él es especialista en retratar aves y conoce bien la fauna de la zona. Esa es mi tendencia, por eso siempre buscaba estar a su lado. Teníamos esa empatía porque yo era un niño que mostraba interés por la ornitología y por su diversidad, temas que él domina. Siempre le pedía que cuando fuera a la sabana me llevara, esa fue mi escuela. Ahí comencé a fotografiar aves. 

A través de Daniel conocí a Valentina Quintero y participé en su trabajo, en una oportunidad estuve como asistente. Ellos tres, mi mamá, Daniel y Valentina, en ese orden, me acercaron al mundo extraordinario de la fotografía, a través de ella aprendí a valorar la belleza y lo auténtico de las especies, los lugares y las personas. 

La fotografía no tiene idioma pero domina el lenguaje universal de los sentimientos y yo aprendí a interpretarlo y expresarlo con cada toma. 

Nací en Paria y amo esta tierra con todas mis fuerzas. No he visto un verde que resalte más que este, es un lugar mágico y he querido mostrar esa belleza natural y la autenticidad del pariano para darle fuerza a nuestra identidad y geografía a través del retrato. El que nos visita se lleva nuestro calor. Tengo a Paria arraigada en el corazón y mi objetivo es impulsar cada rincón de este terruño y su gente. De momento todo está estancado pero sé que más temprano que tarde todo será mejor. Me inspiran las ganas de promover lo nuestro, el cariño y la gente de aquí. 

Los valores que me inculcaron desde pequeño me han permitido ser quien soy: una persona sensible. En mi familia no somos ecologistas, pero poco a poco aprendimos a amar a la naturaleza. Mi papá era hombre de caza y yo fui entendiendo que no debíamos matar a los animales sino ayudarlos y respetarlos como seres vivos. 

Mi razón para permanecer aquí es mi familia, principalmente mi hijo, que es mi inspiración. Ellos me fortalecen y siento que es cobarde irme y dejarlos después de todo lo que me han dado. El cariño por la gente que me vio crecer me mantiene aquí y me hace pensar que juntos vamos a salir de esto que nos ha tocado vivir en el país. Mientras tanto nosotros continuamos innovando, creando y eso es lo que nos hace resistir. Paria vibra durísimo en mí y cada municipio pariano es mi casa. Me gustaría que nuestra propia gente aprendiera a valorar nuestras cosas. Que se promueva lo local con mucha fuerza. 

Cada 15 días hacemos una expo feria donde exhibimos nuestro trabajo. Ahí expongo mis fotos y me complace ver cómo las personas admiran la belleza de las cosas en cada fotografía. 

Me abrí a lo desconocido. Me dispuse a aprender todo lo que pudiera porque entiendo el conocimiento como una herramienta que nos hace libres y nos permite argumentar y tener base para las cosas esenciales de la vida, es fundamental. Esa libertad no tiene precio. 

De mi papá y mi mamá atesoro el respeto, la responsabilidad y la educación pero tengo viva la presencia de una figura muy importante para mí: la hermana mayor de mi mamá, que fue como su madre cuando mi abuela murió. Ella fue como mi abuela. Me enseñó a sembrar, me hizo respetar la naturaleza. Con ella sembré mi primera planta y por ella mi infancia huele a flores. Su recuerdo me da fuerzas, pensar en lo que ella fue sigue siendo ejemplo para mí.

Pienso que cada persona tiene magia, y también tiene la capacidad de no dañar a nadie, valorar eso nos hace ser bellos. Me hace feliz el bien común, ver a la gente disfrutar, sonreír. La satisfacción de saber que haces algo bueno, y resaltar lo que somos me conmueve.

El Colibrí Tijereta es un ave endémica de Paria. Es muy noble y tiene mucha energía, yo me identifico con esta ave porque, aunque me muevo por todas partes incansablemente, me mantengo en mi lugar, en mi pueblo que es donde soy libre. Y donde siento que debo estar para retratar lo nuestro y poder mostrarlo.

Escritura:
Beatriz Müller
Fotografía:
Chepina Hernandez
Lugar:
El Pilar, Sucre
Fecha:
10.3.2018
La fotografía no tiene idioma pero domina el lenguaje universal de los sentimientos.
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