Para mí dar clases es ver desde diferentes ojos. Me encanta compartir mi energía y que la gente comprenda que formar parte del entorno digital no es algo empírico. No es montarse en una ola de tendencias sino que implica una serie de procesos sabrosos que debes planificar. Muchos se sorprenden cuando ven todo lo que hay detrás de una publicación. Además, es súper gratificante cuando alguien llega con una idea a uno de los cursos y logra resolverla satisfactoriamente.

La educación es algo que no visualizaba en mi mapa, pero que siempre estuvo ahí y no lo había detectado. Mi mamá es investigadora y profesora de planificación estratégica enfocada en el área educativa. Yo, en cambio, estudié Diseño en paralelo con Ingeniería -porque en mi casa tenía que ser ingeniera- y me enamoré del mundo digital. Caí por casualidad en una agencia, me abrieron una puertica y por ahí me metí.

Poder conectar con la gente a través de un mensaje es lo que me mueve. Me apasiona construir marcas, encontrar el punto en el que cliente y consumidor se enlazan. Detectar una necesidad y elaborar una propuesta que ayude a solventarla. Vamos hacia una comunicación transmedia, cuando tienes una idea poderosa no importa el medio sino trabajar la forma del mensaje.

En mi trabajo es importante pensar fuera de la caja, esa es una de las razones por las que me ha tocado salir de mi zona de confort. Entré muy joven al mundo de la publicidad, cuando la mayoría de los creativos pasaban los 30 y eran hombres. Me enfrenté a varios retos profesionales que sacudieron mis bases, cosa que agradezco muchísimo porque me hizo notar mi habilidad para adaptarme al entorno. No tenía idea de cuán flexible podía ser y me di cuenta de que los retos me mantienen viva.

Desde pequeña tuve que desarrollar las cosas con mis manos. Mi mamá es una mujer muy luchadora que nos enseñó a resolver. Éramos tres hembras y, cuando ella debía ausentarse por sus posgrados, nos encargaba mil tareas. Yo siempre organizaba todo. En un momento nos tocó ocuparnos de la limpieza de la casa, así que hice un plano y dividí lo que debía hacer cada una. Así como ordenaba, me enfrentaba con mi lado rebelde que me llevaba, por ejemplo, a robarme el carro de la casa. 

Vivo con esa dualidad. Es una lucha constante entre mi lado estructurado y mis ganas de romper el molde. Convivo con dos Isbelt: una súper rebelde y otra que planifica esa rebeldía. De hecho, hace mil años atrás, cuando me rapaba el cabello lo hacía de forma simétrica por esa dualidad. La gente que me ve y no me conoce se impresiona, nunca se imaginan que sea tan organizada. Creo que eso me da un equilibrio interesante, me hace asumir los proyectos de otra manera, buscar soluciones alternativas pero con estructura y metodología.

Los tatuajes son un ejemplo de eso, comencé a hacerlo a los 18 años porque me vi como un lienzo. Todos tienen un significado en función de algo que ha pasado en mi vida. El más reciente es el del cuello, me lo hice este año y marca el momento en el que abrí mi propia agencia. Me puse el reto de cambiar el modelo de negocio de las empresas de publicidad y quiero lograrlo con este emprendimiento. 

Temo perder la memoria, siento que dependería demasiado de los demás y soy muy independiente. Eso me aterra. Por otro lado, las sonrisas de mis hijos me hacen inmensamente feliz. Además de la publicidad, mi familia es el gran amor de mi vida. Cuando comparto con ellos pauso todo lo demás. Es mi momento de paz.

Estamos en evolución. El país está en otra posición, tenemos otras oportunidades. Estamos en Venezuela pero podemos producir ideas para todo el mundo. Hoy no existen límites geográficos.