Tengo “n” cantidad de sueños, aunque sinceramente, en este momento, uno de esos tantos se está cumpliendo al estar montando una plataforma a escala internacional, con otra visión del mundo, más amplia.
Siempre me he preocupado por ayudar a los demás. Mis amigos me dicen que yo ando por la vida recogiendo gente. Siento que tengo la capacidad de identificar los problemas de los otros, pero a veces es difícil saber cómo ayudarlos. Es solo cuestión de escucharlos con atención. Si no puedo hacer algo concreto por ellos, por lo menos pueden contar con mi presencia, es lo mínimo que puedo dar, y eso para mí es muy importante, ser una base. Creo que en un momento de inestabilidad uno necesita a alguien en quien apoyarse, su presencia.
Me veo en un futuro inmediato generando impacto de manera masiva. Conformando mi propia fundación con un grupo de personas sin tanta burocracia sino de forma más espontánea. Trabajando desde la buena fe, movidos por una noble voluntad y un mismo propósito: orientar a las personas a centrarse, a ubicar su norte. Que encuentren el camino hacia donde quieren ir y expresen todo su potencial.
A veces me veo semejante a un árbol, por la firmeza y por el hecho de sentar bases bien sólidas. De hecho, diría que una de mis principales raíces es mi madre, por su apoyo incondicional en los momentos difíciles. Ella sobrevivió a un cáncer de estómago y yo fui un gran apoyo para ella. Luego yo me enfermé de una encefalitis, a los dieciséis años, y eso hizo que perdiera todas mis capacidades motoras y cognitivas. Tuve que comenzar desde el principio. Desde cero. Aprender a comer, leer, escribir, hablar, caminar. Fue un renacer, como el Ave Fénix. Mamá siempre estuvo a mi lado, al pie del cañón.
Los últimos dos años han constituido una fase en la que estoy aprendiendo muchas cosas, una de ellas es la paciencia, lo que está siendo una lección para mí, porque suelo ser muy inquieto. También he aprendido a tener un poco más de humildad, reconocer cuando necesito ayuda y sobre todo el aceptarla.