Cangrejo nació porque hice una especie de nombre dibujando. El punto es que no quería firmar Abraham sino con un cangrejito. Y resulta que los dibujos empezaron a hacerse conocidos pero se decía que si no tenían el cangrejito no eran unos dibujos arrechos. Se convirtió en mi firma.
En esa época pensé que a través del dibujo podría lograr notoriedad en las artes pero luego en los 80 se armó la Seguridad Nacional, con Yatu y Gustavo, y decidí soltar el dibujo como actividad y dedicarme de lleno a la música.
Siempre fui melómano. Aprendí por mí mismo a tocar batería con muebles, peroles y cojines. También aprendí guitarra. Lo primero que escuché fueron Los Panchos, Daniel Santos, Agustín Lara, La Billo's, y el Trío Matamoros, era lo que se escuchaba en mi casa. Pero con el Quinteto Contrapunto y Los Panchos se me quedó en la mente eso del juego de voces. Luego vinieron Los Beatles y cambió mi mundo. Era la única referencia que teníamos los que nos sentíamos un poco asfixiados en la sociedad.
Desde niño fui muy estrafalario. Recuerdo que cuando estudiaba en La Salle me querían sacar porque me obligaban a cortarme el pelo. Los curas me decían: “usted no tiene espíritu lasallista”. Y yo pensaba: Voy a tomármelo como un cumplido. Si resulto demasiado extraño para esta gente o para mi país debe ser que voy por muy buen camino.
Esa parte malandra, subversiva y contestataria siempre me llamó la atención, pero mucho más influyó la actitud de los que se creían normales al lado mío, era una especie de catalizador. Siempre fui señalado, la fuente de las murmuraciones, y eso siempre me molestó.
En aquella época, por el hecho de estar tatuado, la gente se cruzaba de la calle del susto cuando te veían porque era sinónimo de preso. No era el fashion de ahora. La irreverencia y la patanería que teníamos era muy grande, no nos importaba nada en absoluto. Podríamos decir que somos famosos y pobres, lo único que nos perdimos fue de ser “rich”. A mí me encantaría poder vivir de la actividad, de lo que es tu inclinación natural.
Desde niño el concepto de una vida mercantilista me pareció mediocre. ¡Sabes lo que es el valor de la vida pa' gastarla en esa estupidez! La vida tiene que ser algo más interesante que convertirte en un robot asalariado. Soy como una representación de un orden implícito que existe en un caos; esa es mi vida y soy lo que hago.
Lo que busco es divorciar a la gente, aunque sea por dos segundos, de su propio concepto de identidad. Que puedan decirme: “coño me quedé en blanco”. Soy devoto, acérrimo y entregado de la santísima trinidad: sexo, drogas y rocanrol.