Hace cinco meses me operaron, he sufrido dos aneurismas y una neumonía. Estoy viva de milagro, sólo porque Dios así lo quiso. Un amigo ahora me llama así: “Milagro” Mercedes. Me ayudaron mucho las oraciones de mis abuelitos mientras estuve en la clínica.
Quedé con una cicatriz en la cabeza. Sin embargo, eso no me impide estar todos los días de punta en blanco, nada de lucir descuidada. Ante todo la presencia y la compostura. Así que uso mi sombrero de ala ancha y mi labial para lucir bella.
Yo soy muy coqueta y conversadora, y por donde paso, me gusta saludar a la gente. Preguntarle cómo están. Voy siempre con una sonrisa y actitud positiva. Las personas te retribuyen con su cariño, de hecho, ya perdí la cuenta de cuántos ahijados tengo aquí en El Hatillo.
Tengo una fundación donde todos los martes, religiosamente, atendemos a los abuelitos del pueblo. Ese es mi compromiso desde que me levanto hasta que me acuesto. Contamos con un comedor, organizamos actividades culturales y recreativas. Involucramos a los abuelitos en todas las festividades del pueblo. En este momento, son mi inspiración más grande. En ellos veo la esperanza y la vida.
Llevamos casi 25 años organizando la celebración de la dama antañona para las fiestas patronales, a principios de septiembre. Ese día la comunidad del Hatillo despierta con una emoción, me dicen: ¿te hace falta la mesita del año pasado para decorar?... Tengo esta reliquia, te la presto. ¡Toma estos vestidos! Todos colaboran. Luego ves a los viejitos disfrazados con sus trajes de época. ¡Elegantes! ¡Hermosísimos! Es una tradición muy alegre.
Mi temor más grande es que mis abuelitos no puedan alimentarse bien, o que se enfermen y no puedan conseguir las medicinas que requieran. Cuando pienso en eso se me parte el alma. Es un trabajo duro. Siempre busco la manera de que a ellos no les falte lo esencial.
Las personas de buen corazón hacen lo que tienen que hacer sin importar la tilde política, religiosa o de ningún tipo. Esa es mi consigna de vida. Yo creo en Dios. Siento que dedicándome a lo que hago estoy cumpliendo con él. Por supuesto, hasta que él me lo permita.