Cuando estaba chamo quería ser heladero como mi tío. Aunque terminé estudiando otra cosa, él influyó notablemente en mi forma de ver la vida. Sin embargo, fue necesario pasar por una situación compleja para comprender eso. Recién había presentado la tesis y él quería conversar conmigo. Le di largas a su petición porque estaba ocupado en la celebración. Dos días después llegué a la casa y mi abuela me recordó que mi tío me buscaba. En ese momento decidí acostarme a descansar y, en un tercer llamado, fui a hablar con él. Sufría de diabetes y le habían amputado una pierna así que me pidió ayuda para bañarse. Mientras tanto me aseguró que todo el valor familiar que me habían dado lo utilizaría más adelante. Que iba a trabajar en una buena empresa y tendría muchas oportunidades en la vida. Al terminar de bañarse me pidió que le pasara la toalla y cuando fui a buscarla le dio un infarto.

De esa experiencia aprendí a valorar el tiempo. Entendí que cada instante es importante, y que cuando tu familia te necesita debes estar ahí. Me dediqué a fortalecer mi desarrollo como ser humano y a afianzar lo que me sustenta: la familia. Hoy siento que él me acompaña y me guía para tomar las decisiones correctas. Así mismo, también cuento con tres mujeres imprescindibles que encaminan todo lo que decido. Junto a ellas el camino no tiene límites. Mis tres pilares son mi abuela, mi mamá y mi pareja.

Mi abuela es la matrona. Es la firmeza, la fortaleza, la honestidad y la humildad. Esas son las palabras que la definen. Siempre me ha orientado y me siento apoyado en ella. Su vida ha sido ejemplo para mí. Desarrolló a su familia y crió a sus hijos mientras trabajaba como personal de limpieza de la Universidad de Carabobo. De pequeño iba a su trabajo y me impresionaba ver cómo la gente pasaba sin importar que ella ya hubiese limpiado por ahí. Aún así siempre lo hizo con la mejor disposición. Me sostiene una familia firme, que viene de un sitio muy humilde en Valencia pero que nunca se rindió. Esa fortaleza es la que me permite seguir luchando para impulsar a otros.

Sostenido en esos pilares es que abordo mi trabajo. No fue tarea fácil venir de Valencia a Paria después de haber trabajado siete años para una transnacional. Sin embargo todos me apoyaron y confiaron en que lo iba a lograr con éxito. Cuando llegué me conseguí con personas de una gran calidad humana. Por ejemplo, uno de mis primeros días olvidé llevar el almuerzo. Había pensado almorzar al llegar a Carúpano pero al mediodía llegó un trabajador con un plato que tenía un poquito de comida de cada uno. Me lo llevaron a la mesa y me dijeron: tome, para que coma. No lo podía creer. Este lugar llegó para transformar mi vida, es imposible no enamorarse de esta tierra.

Paria ha reforzado en mi corazón el valor de la humildad y del amor. No solamente por la familia sino por el trabajo, por los compañeros. Y eso es lo que engloba el concepto de esta organización, que es para mí un hogar. Desde el primer día me recibieron con cariño, aunque hubo murciélagos incluídos y todo. Ese recibimiento me impresionó. Generalmente, me sorprendo con facilidad porque creo en las personas y en su potencial. Pienso que siempre hay espacio para hacer algo diferente.

Mis pensamientos están siempre alineados con lo que dice mi corazón y, cuando practico esta filosofía, no existen límites. La capacidad de ser exitoso radica en la familia, en hacer las cosas bien, con un pensamiento positivo. Van a salir mil problemas, pero la vida se encargará de ponerte a las personas correctas para ayudarte. Ante las dificultades es importante reflexionar. Tal vez sentarse frente a la playa, escuchar las olas del mar y respirar profundo. Nunca desanimarse, todo lo contrario. La misión es levantar el ánimo propio y así inspirar a otros.

Escritura:
Camila Lessire
Fotografía:
Chepina Hernandez
Lugar:
El Pilar, Sucre
Fecha:
12.3.2018
Mis pensamientos están siempre alineados con lo que dice mi corazón y, cuando practico esta filosofía, no existen límites.
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