Al principio era muy instintivo e intuitivo, empecé a expresarme con las manos. No había una regla musical, yo tocaba de todo: la perola, la olla, la ventana, la mesa, el piso, la pared, y donde pudiera era ¡taca, taca, taca! Era muy natural.
Una vez estaba sentado en una escalera cerca de donde yo vivía y llegaron unos muchachos buscando a alguien que tocara tambor. Al principio me asusté. Me preguntaron si yo tocaba e inmediatamente les dije que sí.
Antes de eso, recuerdo que a los seis años tuve una maestra. Era una morena. Nunca se me olvida su rostro. Era de La Guaira o de Barlovento, no lo sé. Ella nos enseñaba con mucho amor. Nos ponía a tocar tamborcitos hechos con cilindros de cemento, pero solo a mí, no sé qué veía, me daba un tamborcito de soldado, como un bombo pequeño. Ese fue mi primer tambor.
Ese par de jóvenes que se me acercaron aquella vez, eran Ramón y Jairo. En el primer ensayo al que fui con ellos me sentía como pez en el agua. La primera vez que toqué una tumbadora, me dijeron: “¡oye, ¿dónde aprendiste?!”. Era algo innato, y así ha sido hasta el sol de hoy.
Tuve la oportunidad de enseñar percusión a jóvenes con parálisis cerebral. Esa experiencia me marcó de por vida. Con ellos pude ver que no hay limitaciones. No importa tu condición, tenemos una fuerza interior que nos impulsa a lograr cosas para sentirnos plenos e íntegros como seres humanos. Esta experiencia ha sido uno de los grandes regalos, entre otros, que a través de este instrumento he recibido.
He tocado diversidad de ritmos. El tambor representa para mí el corazón, el primer órgano que desarrollamos. Cuando el corazón se conecta con la mente conforman el ser. Si hay esa conexión entre el corazón y la mente, hay una simbiosis entre el tamborero y el tambor, es decir, que cada vez que está tocando el tambor es el corazón el que está hablando. Por eso pienso que mientras más me quiero, respeto, valoro y reconozco mis potencialidades, es cuando logro que las personas sientan y vivan conmigo lo que trato de expresar al tocar el tambor. Si les genera alegría, significa que eso es lo que estoy emanando, en ese momento. Por eso puedo decir, abiertamente, que yo toco para la vida.