En casa había la cultura de hacer las bolitas de cacao, todo el tiempo, es como una tradición familiar, un alimento que nunca faltaba. Yo desde chiquita aprendí a hacerlas. Mi bisabuelo era cacaocultor, la tía que me crió vivió ese mundo, en esas haciendas con trabajadores del cacao, todo alrededor del cacao.
Yo estudié, hice una carrera universitaria, Gerencia de Recursos Humanos, pero siempre estoy haciendo más, algo que me nutra y compense. Soy muy inquieta, hago también lazos, tocados para niñas, con tela, con cintas. Antes del chocolate hacía torta, yogurt, pero por la situación del país tuve que pensar en otras posibilidades. Ya no podía seguir haciendo tortas, ni los tocados para las niñas porque el material estaba difícil de encontrar, entonces me dije: en El Pilar tenemos cacao, hay dificultad para conseguir el azúcar, pero nada, yo me voy a poner a hacer chocolate. Así que emprendí un camino para obtener más conocimiento, aprender más allá de las bolitas de cacao.
Comencé a estudiar, a leer, todo fue fluyendo. Se me abrieron como unas puertas mágicas. Siempre encomendada a Dios. Creo que nosotros podemos hacer cosas pero nada se puede hacer sin Dios, todo se hace a partir de su presencia en nuestras vidas. Un buen día, en un taller, vi cómo se hacía el chocolate y cuando tuve en mis manos mis primeros bomboncitos, unos que yo misma había ayudado a hacer ¡no lo podía creer! Desde ese día quedé enamorada de ese mundo del chocolate, he seguido estudiando y trabajando, aunque con muchas limitaciones porque no tengo las herramientas necesarias para obtener un producto fino. Pero sigo creando mis chocolates.
Mi chocolate se llama Aleggri, lleva doble “g” por los dos apellidos de mi hijo, el de su papá, García, y el mío Gómez. Se llama Aleggri también porque este chocolate llegó a mi vida en un momento en el que me sentía desmoralizada por toda la situación país. Aparte de que he vivido muchas cosas duras en mi vida. Es verdad aquello que dicen que el chocolate ayuda a la felicidad, yo digo bueno, eso es lo que yo siento ahorita en mi vida, una gran felicidad por haber obtenido este conocimiento. Aunque me falta mucho por aprender, por practicar, por saborear. Yo le digo a un amigo: cómo vamos a hacer chocolate si no probamos los chocolates de Ecuador, Perú y todas las marcas de Venezuela. Tenemos que sentarnos un día a comernos los chocolates de varias marcas para saber hacia adónde vamos nosotros. En eso es lo que estoy.
Quisiera que llegue el día en que yo me sienta totalmente feliz con lo que estoy haciendo. Tener una mejor calidad de vida para mí y todos los que me rodean. No necesito grandes lujos ni riquezas, pero sí que pueda tener para ayudar a otros, en especial en la parte motivacional, a mí me encanta eso, hablar con las personas, sacarlos de su mentalidad e inyectarles un poquito de ese algo más allá, que no sean conformistas. Tengo inclinación a la docencia y un gran interés por la parte social, ahí es hacia donde quisiera llegar algún día.
Yo siempre he amado a mi pueblo y quisiera poder ayudar aquí en Venezuela, viajar a todos los Estados. Que yo pueda moverme sin tener ningún tipo de limitación. De poder ir a Carúpano y llevar a mi hijo a la playa. De tener la libertad de ir a la misa de Santa Rosa como lo hacía todos los años, sin preocuparme de la seguridad o si hay o no transporte, o si cerraron la vía por protestas. Cada día siento que pierdo esa libertad de moverme, de comer. Yo amo a mi país, a mi pueblo, a pesar de todas las limitaciones que tiene. A veces me frustra todo lo que pasa, tambaleo, caigo y me desmoralizo una y otra vez, pero me vuelvo a levantar. Uno no se debe conformar, hay que luchar todos los días por hacer algo más grande. Hacer ese algo más.
Mi motor es un gran deseo de superación que me ha perseguido, y lo he tenido en mi ser toda la vida. Estudié con mucha necesidad. Si me hubiese puesto a pensar no lo habría logrado. No tenía las condiciones. Mi mamá murió cuando yo tenía un año. Me criaron mis tías, una gran familia. Pero en casa no tenían los recursos para que yo estudiara. Fueron tiempos difíciles. Cuando se viven muchas cosas duras en la vida se tiende a vivir desde el dolor, desde la lástima, de compadecerse cada día con la pregunta de por qué a mí. Creo que las cosas hay que decirlas porque así es que se pueden superar, y aprender de ellas. Cuando yo creía que más nada me podía pasar, resulta que a mi hijo le diagnosticaron autismo. Hay cosas que aunque duelan, hay que vivirlas. Yo creo que para llegar a tener valor y poder enfrentarte a las situaciones, y resistir, tienes que haber tocado fondo, haber vivido el dolor, el sufrimiento al que tanto le tememos. Yo le pido mucho a Dios en mis oraciones: líbrame del sufrimiento, tú sabes hasta dónde yo puedo...
Hay que meterse, vivir las cosas duras para poder tener fuerzas para ayudar a otros. Las fuerzas para resistir lo da el haber tenido experiencias anteriores. Es bien duro robarle todos los días la alegría a la vida. Uno se olvida de sí mismo y vive para el otro o los otros. Yo descubrí en el chocolate una brechita, así chiquitica, de hacer algo que a mí me gusta, que podía involucrar a mi hijo, a mi familia, pero haciendo algo para mí, por primera vez sentía que había algo que me estaba gustando a mí.
A través de mi chocolate le doy alegría a otros, tiene un eslogan que dice: “la alegría sabe a chocolate”. Porque hay personas que se han ido de El Pilar, o regresan por unas vacaciones o hay alguien que les lleva un chocolate de aquí, y cuando esa persona prueba dice: “volví a El Pilar, esto me sabe a allá”. Esa persona siente que vuelve. Yo creo que mi chocolate sí lleva alegría más allá de lo químico.
El nivel de contaminación, aquello que nos intoxica todos los días es grande, hay que forzar la sonrisa cuando amanecemos como amargados. Es bueno buscar ese algo o alguien, un amigo, vecino, extraño. Una llamada, una palabra, algo, ¡Dios!, para expresarse y salir de esos momentos. Yo tengo fe en Dios, creo que él quiere lo mejor para todos. Él nunca nos quiere ver mal. El amor de Dios es muy grande, las cosas pasan porque así suceden o porque las buscamos. Hay tantas brechas que hay que romper, tantas desigualdades en el mundo. Hay que tener más compasión para que esas brechas se vuelvan más pequeñas.
Yo no nací en El Pilar, nací en Caracas, pero me trajeron a los primeros días de haber nacido. El Pilar es mi orgullo, a pesar de todas sus limitaciones. Yo soy muy crítica. El Pilar es hermoso, el clima, pero siento que hay un conformismo. Un pueblo que ha dado tanto capital humano, con mucho talento y veo que seguimos igual, que nos falta apoyar más al otro, que prospere, que avance. Apoyar no es nada más económicamente sino también moralmente. Yo nunca digo que soy de Carúpano, yo digo que soy de El Pilar. Nunca quisiera irme de aquí, si me voy me llevo mi vida. Pero pienso en mi hijo, él merece estar bien.
A veces quisiera ser un pájaro, como el de un cuento de mi hijo, que encuentra su libertad. Era un pajarito chiquito, que a pesar de haberse roto un ala pudo atravesar toda una montaña de hielo y lograr encontrar su libertad. Yo voy a obtener mi libertad, aún con estas alas chiquititas.