Venezuela para mí es perfecta. La sueño grande, la sueño con muchos líderes y con mucha gente que le pone corazón a cada cosa que hace. Yo siempre digo: si las cosas no se hacen por amor, ¿para qué las hacemos?
Cuando hago las cosas con inspiración, con toda la pasión y las ganas, queda más bonito. Creo que así todo sale genial. Hay que pensar un poco en las consecuencias de cada cosa. Si veo un papelito y digo que eso está dañando el ambiente, lo tengo que recoger porque soy parte de eso y porque dejarlo ahí va a traer alguna consecuencia. Si tengo una taza y no la pongo donde va se puede caer y, ¿qué pasará después? Pensar en esto es lo que me inspira a hacer todo con amor.
Formo parte de una organización en el liceo que se llama Cudere. Ahí, al cruzar esa puerta, te sientes en otro mundo. Las personas son diferentes. Están cargadas de mucho afecto y cada quien tiene una habilidad en algo que nos permite complementarnos y formar esa pirámide necesaria para la organización. Uno puede escribir, otro puede pintar súper bien y otro es excelente jugando fútbol. Así es la empresa que quiero: un lugar donde todos seamos familia y amigos, donde trabajemos duro pero también tengamos momentos de diversión.
La risa es como mi remedio y mi cura. En el Technovation fueron las risas las que nos hicieron sentir que no era un sufrimiento sino una diversión y algo para triunfar. Mientras hacíamos el plan de negocio o estábamos programando alguna echaba un chiste y otra decía: “¡Ay! escribí vaca con b alta” y todas nos reíamos. ¡Éramos las más bochincheras del curso!
El único obstáculo que encontramos fue el tiempo. Todas estamos en el liceo y esto era una actividad extra que debíamos manejar demasiado bien para no dejar atrás los estudios, pero con risas logramos llevarlo.
Ahora decimos que ya tenemos nuestra empresa y somos las directoras. Nos dieron la oportunidad de registrar la marca, hemos tenido entrevistas en televisión y hasta nos han llamado de escuelas de alto potencial en liderazgo. Ya tenemos carnet y nuestros uniformes: pantalones blancos y camisas anaranjadas.
Le pusimos de nombre Damarva por las iniciales de cada una de nosotras: Daviana, Marjosebith y Valeska. Ya empezamos a trabajar con nuestra aplicación LeadersUp que funciona como ese puente para desarrollar el potencial de los jóvenes. Trabajamos bajo el concepto de que todos somos líderes, establecemos retos diarios y mensuales como una forma interesante de enseñar. Empiezas con el primero y te animas a querer hacer otro, y otro y otro. No sé, pero ¡tienen algo que motiva!
Con esta aplicación no queremos crear jefes sino líderes. Los diferenciamos porque el jefe siempre anda mandándote y diciéndote qué hacer, pero un buen líder ayuda, da la mano amiga y lo hace contigo.
Algunas noches me siento a soñar. Siempre lo hago bajo los tiempos de sueños, siembra y frutos. Soy de las que cree que primero tenemos que soñar para poder sembrar y después obtener los frutos. Y pienso que ya llegó la hora. Éramos niñas, somos adolescentes y ya estamos camino a ser adultas. Hay que empoderarse, agarrar ese problema y hacerlo mío para resolverlo yo.
Con la gimnasia artística aprendí a pisar fuerte. Estuve un año entre puros quirófanos porque me clavé una astilla muy profunda en el pie, luego me salió una hernia y después me esguincé el pie jugando fútbol. También me desvié un dedo y me tuvieron que poner hasta clavos. Fue una etapa muy difícil, pero aprendí a valorar la vida y la salud de las personas.
Siento que al colocar un pie en el tapete es un nuevo día para entrenar y una nueva oportunidad de corregir mis errores. Siempre busco apropiarme de lo que hago y hacerlo con amor. Si yo soy buena bailando tengo que empoderarme de esa música y demostrarle al mundo que yo estoy ahí, que sí puedo y que sí tengo la capacidad de ser de la mejor.