La percepción que se ha tenido del viajero es la de una persona desarraigada y nómada, sin sentido del hogar. Yo no soy así. Yo necesito raíces profundas para poder volar y por eso cultivo el valor del hogar. Tengo a mi perra, mi gata y mis plantas porque necesito ese calor de casa al regresar de cada viaje.
No pretendo ser famosa con mi trabajo. Solo quiero mostrar desde las entrañas, con una visión profundamente íntima, la Venezuela que me cautiva y me conmueve. Mi fascinación por la gente que se lanza a vivir en la naturaleza. Pretendo compartir lo que siento tal como lo siento, desperdigando pedacitos de mi alma. Si esto motiva a alguien y lo impulsa a hacer cosas nuevas, entonces habré conseguido, exactamente, lo que estaba buscando: inspirar.
Yo soy amante de todo lo que te demuestra que está vivo y tengo muchas plantas en mi casa porque me permite contemplar el milagro de la vida, pero comprendo que la vida no es maravillosa solo por hacer crecer plantas sino también por ponerte pruebas que debes superar. Ha habido momentos duros en mi vida por los que me he sentido fracasada, tanto personal, como profesionalmente. En esos momentos no te detienes a pensar en que tú también eres responsable de tus miserias, pero una vez que lo reconoces, que identificas tus culpas, las analizas y las comprendes, entonces comienza un proceso sanador.
Para todos, las ausencias, son difíciles. La de mi padre ha influenciado en la manera en que veo al mundo. El miedo al abandono, cosa nada fácil de superar, se ha adherido a aspectos importantes de mi vida. Sin embargo, cada vez que subo a una montaña, a pesar del miedo que siempre está presente, incluso en cada nuevo proyecto profesional, una vez que reconozco el miedo este se transforma en un motor que me permite dar siempre un paso firme hacia adelante.
Decidí hacer lo que me gusta para conseguir la felicidad en ello. Conseguir los balances no es fácil porque la vida te jala más para un lado que para el otro. Siempre hay que renunciar a algo. Es por eso que el fenómeno de la vida me conmueve en todas sus formas: en la vastedad de los temores y de los tepuyes, en la grandiosidad de un domingo en casa y de las cascadas. En las montañas y las dudas. En la certeza y el mar. Hay que entender que los momentos duros no son el fin del mundo, a veces son el origen.