Un momento feliz es para mí la combinación de varias cosas. Cuando, por ejemplo, has trabajado tanto en algo y de pronto te das cuenta de que aquello por lo que estabas apostando, y creías, sí funciona, es mágico. También, cuando te das cuenta de la gran familia que tienes y que toda la dedicación que has entregado para lograr ciertos niveles de comunicación, de bienestar, no han sido en vano. Para mí, estimular a mis hijas, estar con ellas, y ver cómo alcanzan sus metas, aún en medio del afán cotidiano, es una satisfacción indescriptible. Luego, te sientas a observar tus logros y te dices a ti mismo: no he arado en el mar. Creo que hay que permitirse de vez en cuando una pausa y mirar a tu alrededor, reconocer los esfuerzos y contemplar los resultados. La felicidad interior es incomparable.

Para mí la comunicación es fundamental en toda relación. Yo parto de la honestidad como base para lograr transmitir, comunicar. Si uno habla desde la honestidad, ya sea con el otro o con uno mismo, está dando un paso adelante. En definitiva pienso que hay que ponerse en el lugar del otro. En los zapatos del otro. Hacer el ejercicio de preguntarse por esa persona ajena a uno. Cómo será, dónde vive, qué está dejando de hacer para venir a escucharme. También lo hago desde lo interpersonal: me coloco en el lugar de mí mismo, me observo y escucho para entender cómo estoy transmitiendo mi discurso. ¿Desde dónde me estoy comunicando? ¿Desde la rabia de un día complicado, el dolor o la impotencia? ¿Desde la alegría? 

Cualquiera que se pare frente a los demás con un micrófono tiene que tener un mínimo de soberbia y de humildad, al mismo tiempo. Yo quiero ser escuchado desde mi inconformidad, en tono de comedia o de reflexión. Si las personas se hicieran las mismas preguntas que yo me hago, este mundo sería un lugar distinto. Creo que las preguntas que yo hago en voz alta son preguntas válidas y pienso que la sociedad, y todas las personas en general, deberíamos tratar de responder. Preguntas sobre la ridiculez en la que cae a veces la religión, la soberbia de la política, el absurdo de ignorar la ciencia, etc. Dentro de todas estas cosas ser más humilde, y no pensar que el discurso de uno es lo único que vale. Hay que plantearse un discurso de tolerancia ante la intolerancia. 

Mi manera de observar la vida viene desde niño, de hacerme preguntas incómodas. Son preguntas que las personas a veces dejan pasar y para mí no es así, yo prefiero hacerlas y no dejarlas pasar. ¿Qué es lo que está detrás de cada cosa? Hay que ir a la teoría pero la práctica tiene que estar de la mano para entenderlas mejor.

Escritura:
María Milián
Fotografía:
Raquel Cartaya
Lugar:
Las Mercedes, Caracas
Fecha:
5.10.2016
Cualquiera que se pare frente a los demás con un micrófono tiene que tener un mínimo de soberbia y de humildad, al mismo tiempo.
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