Fui tremendo desde chamo, con sobrada adrenalina. Estudié en la universidad. Duré dos meses, no me veía estudiando una carrera por cinco años. Tomé la decisión de retirarme y agarrar el camino del trabajo, de hacerte profesional en lo que haces: así sea barrer pisos, ser el mejor barriendo pisos. Hice una carrera sin estudiar, y todo lo que he logrado ha sido por el esfuerzo de mi trabajo. 

En mis primeros empleos comencé de obrero, usaba zapato punta de hierro con todo y faja. Había que echarle pichón a trabajar fuerte. Pasé de obrero a montacarga, de ahí a despachar y luego a chequear lo que llegaba a la empresa, y así iba avanzando. Luego me fui a Aluminiólogo, calculo que hace doce años, como ayudante del profesional en aluminios. Tuve buenos maestros, me fui puliendo en lo mío. Después de que aprendes la profesión buscas independizarte, entonces es muy difícil seguir trabajándole a otra persona, porque se gana bien siendo independiente y que de pinga que no te manden, aunque trabajando por tu cuenta trabajas más que siendo empleado. 

Un buen día tomé la decisión de lanzarme pa’ la calle y con todo el miedo del mundo, a emprender, a echarle pichón yo solo, con las personas que me han ayudado, colegas y compañeros. Ya tengo siete años trabajando por mi cuenta. Estaba preparado, ya tenía mi pick-up que me servía para trasladar los materiales, y tenía clientela: entre semana era empleado pero me rebuscaba los fines de semana, y cuando volteas a ver ya tienes una cartera de clientes y la experiencia necesaria. Ojo, da miedo, pero tenía lo imprescindible y mi esposa que me ayudó bastante me decía: “Renny, ¿qué te pasa?, ¿tú no te conoces?”. Y di el paso. Al principio fue fino, comenzó a llover trabajo, aprendí muchas cosas que como empleado no había tenido la oportunidad: cómo lidiar con un cliente, ahí la responsabilidad es tuya, ya no le puedes lanzar la pelota a la empresa, ni decir “bueno llama al dueño, yo ya hice mi parte” ¡No!, te toca solucionar y está tu cara respondiendo por el trabajo. 

A mí me gusta el dinero más sabroso: el ganado bien ganado. No estoy de acuerdo con lo que la gente llama “la vida fácil”. Robar y pensar que te pueden matar por agarrar unos reales, no lo veo nada fácil. Yo me voy por el otro camino, el de trabajar, ese es el camino fácil para mí. 

Aprendí de mi padre a trabajar y ser honrado, a hacer el bien. Tipo biblia, no robar, no matar…

Mi mamá murió de 39 años, dejándonos huérfanos a mí de 12, y a mis hermanos Ronald de 15 y Romina de 9. Mi papá es italiano, un tipo machista. La gente pensaba que no se iba a lanzar ese camarón, que nos iba a tirar a la calle, y no lo hizo, echó pa’lante con nosotros. Lo admiro por eso, y se lo he dicho, ¡claro!, nada más cuando estoy rascado.

Mi papá no podía conmigo. Él se queda loco de cómo maduré. Después de que comencé a trabajar se acabó todo, hasta el sol de hoy. Tampoco es que soy una melcocha, pero sí me enserié y asumí responsabilidades. La garantía de mi trabajo es la responsabilidad, ese es mi éxito y el que me conoce sabe que es así.

Mi inspiración son mis morochas. Me importa ver a mis niñas bien. Con ellas tengo más responsabilidades, la presión de ser productivo, de echarle pichón sin perder la fe en el país. Considero que la vida me ha dado lo que he necesitado y las morochas son prueba de eso.

Escritura:
Mariana Maneiro
Fotografía:
Luis Rodríguez
Lugar:
Catia, Caracas
Fecha:
29.11.2017
Un buen día tomé la decisión de lanzarme pa’ la calle y con todo el miedo del mundo, a emprender, a echarle pichón yo solo.
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