Nací en Catia, una parroquia que se cuenta por sí sola a través de su movimiento cotidiano, pulmón de una ciudad que parece no detenerse ni por un solo instante. Ese movimiento detonó un cambio de decisión en mi vida. Comencé estudiando biología y terminé siendo un comunicador social, un periodista. Mi interés parte de la necesidad de escribir sobre una ciudad como Caracas, pero desde la mirada del que camina, del peatón, del que recorre diariamente estas calles a pie. Es una reflexión permanente sobre nuestras aceras, caminos, etc. Es un universo de vidas y experiencias que te encuentras en las calles. Creo que si quieres vivir la ciudad, Caracas por ejemplo, la tienes que vivir caminando. De otra forma, es como vivir pequeños paréntesis, se torna realmente complicado conectar e identificarse con el lugar donde vives o creciste.
Mi necesidad es hacer activismo a través de las distintas vías, siempre he pensado que hay que ser activista desde el espacio donde uno esté, creo que el funcionario público tiene que volverse activista. Todo esto me viene de callejear, de estar en la calle, siempre me gustó caminar. Me regresaba caminando a casa después del liceo, caminar evitando siempre ir en línea recta era un ejercicio para mí. Estudiando en el liceo, en pleno trabajo del Metro, apretaba un fuerte tráfico, entonces me bajaba de la camioneta y me iba caminando desde la Avenida Universidad a Catia, siempre fue un disfrute para mí.
No podría seleccionar un único lugar favorito de Caracas, pero me encanta caminar toda la parroquia de Altagracia hasta la Candelaria Norte. Es un trayecto súper agradable e interesante, todavía hay casas viejas pero también hay edificios pequeños muy bonitos, mientras paseas te cruzas con varias quebradas. El ritmo de las esquinas es interesante, hacia el sur tienes la Avenida Urdaneta que es como un cable de alta tensión con pequeños desvíos que suben hacia el norte, y entre ellos encuentras una vida muy sabrosa, con mucho movimiento pero apacible a la vez. Da la sensación de poder caminar tranquilo, y tropezar con diversidad de situaciones y arquitectura.
Me gustaría que algún día se transformara la rivera del Guaire en un paseo peatonal, o para bicicletas, podría ser un gran parque abierto que conecte el este con el suroeste de la ciudad.