Entré al voluntariado de la Universidad Católica cuando era estudiante de la universidad, ahora lo coordino. Empecé estudiando filosofía, luego tomé materias de ingeniería, y terminé graduándome de lo primero por una cuestión de practicidad con el horario y mi trabajo. Así fue mi decisión vocacional.

También creo que muchas de las cosas que haces de grande tienen que ver con lo que disfrutabas de niño. Y, sin duda, lo que hago ahora está marcado por esas tardes de sábado que disfrutaba en mi patrulla Scout. La visión del movimiento está ligada a todos los aspectos de mi vida. Aprendí a ser útil, a ayudar a los demás, a ser cortés y sonreír ante las dificultades.

Te das cuenta de que vale la pena el trabajo que haces cuando escuchas, por ejemplo, a un chamo decir que él entró a la Universidad Católica cuando estaba en 8vo grado, gracias a que los voluntarios de ese momento reforzaron su confianza para creer que un día él también podía estar en esta universidad. Yo misma puedo decir que comencé el camino que me trajo hasta acá cuando participaba en la Pastoral Juvenil de mi pueblo, Chacao, y visité la universidad.

Y así todo se complementa. Lo que he hecho ha sumado a las herramientas que ahora uso para formar vínculos. La Pastoral Juvenil, ser Ignaciana, ser Scout, estudiar música, filosofía y hasta jugar ajedrez, todo esto me ha dado capacidades para establecer relaciones -y también las experiencias y personas- importantes que me han moldeado. Hay un vínculo con cada uno. La filosofía tiene que ver con conocer lo que le inquieta a las personas. Eso engrana con lo que yo hago en las comunidades: preguntarme qué sienten los niños, los jóvenes, los adultos y cómo lo viven desde el individuo y sus necesidades particulares. Y de la música tengo mis tigritos tocando el órgano en bodas.

Soy la suma de las personas que han dejado algo en mí… ¡y un poquito más! Mi nombre no es Pily y eso lo supe en segundo grado del colegio cuando la maestra me pidió que escribiera mi nombre completo. Tuvo que explicarme con la lista de asistencia que me llamaba Méndez Quintero Fulanita de Tal. Me sentí engañada. Fue así como entendí que hay hitos que forman el carácter de los niños. De los adultos que han estado en mi vida he aprendido cómo quiero y cómo no quiero ser. Sé cuáles son las conductas que nunca quisiera repetir. Y por otro lado, trabajar con chamos hace que tengas un espíritu joven. Además es muy fácil, si no sabes qué hacer, pregúntales a ellos.

Si algo aprendí, fue a vincularme con diversas realidades para comprenderlas y transformarlas de forma positiva siempre que pueda. Lo que hago es porque apuesto a eso, solo que no puedo saber qué pasará luego. Yo trato de dejar en los jóvenes rasgos de identidad, liderazgo y compromiso. De cómo les va a ellos nos enteraremos luego. 

Escritura:
Dulce Katz
Fotografía:
Raquel Cartaya
Lugar:
Antímano, Caracas
Fecha:
27.7.2016
Soy la suma de las personas que han dejado algo en mí… ¡y un poquito más!
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