Había venido a Venezuela cuando estaba pequeña, pero casi no lo recuerdo. Viví en Francia hasta los seis años, después nos fuimos a Rumania pero en 2009 nos regresamos. En verano de 2011 mi papá dijo que nos veníamos a vivir a Venezuela, primero fue un shock porque yo ya iba a entrar al sexto año, que es cuando cambias a camisa azul y pasas a una institución diferente. Estaba muy emocionada porque iba a entrar al Collège, todas mis amigas irían al mismo lugar y tendríamos nuestro casillero.

Ahora estudio humanidades en el colegio Francia aquí en Caracas. Estoy en lo que equivaldría al sexto año. En el sistema lo llaman “terminal”, es como una preparación para entrar a la Universidad. Tengo diecisiete, y saldré dentro de poco, a los dieciocho años. Después de que me gradúe, volveré a Francia. Pero estando en Venezuela, ha sido tan genial y me encanta tanto que no me quisiera devolver. En Venezuela encontré la cercanía entre las personas, lo fácil que es conectarte con alguien, porque la gente es como más sociable, más cálida. También me he podido acercar a familiares que no veía desde niña. Comer las arepas aquí es diferente a comerlas estando afuera. Creo que es sobre todo por la gente. El clima es brutal, súper fino. Esa montaña, el Ávila; o sea, en Francia no hay una montaña así de la nada. Además poder verla todas las mañanas, y que vengan las guacamayas, eso es espectacular.

Mi hermano y yo viajábamos mucho con mis padres cuando ellos estaban juntos. Eso también nos aportó mucha cultura general de la vida de afuera y una perspectiva más amplia de las cosas. Ambos han sido un poco... no sé, liberales; han permitido que hagamos lo que nos hace felices.

A veces no me doy cuenta de lo fino que es mi papá. Él hace demasiadas cosas al mismo tiempo, tiene demasiadas ideas, es como un ‘científico loco’; tanto, que a veces a la gente le cuesta entenderlo y hasta ni yo lo entiendo, pero cada quien tiene su manera de ser. Está haciendo una cápsula espacial, pero también está desarrollando una aplicación y al mismo tiempo está montando una obra de teatro, y así. Al final uno como que se acostumbra. Pero a la vez es muy chévere porque es tan creativo y apasionado con lo que hace, que sé que me va a apoyar en lo que a mí me apasione. Estuvo mucho tiempo trabajando en una empresa, después él sentía que no estaba haciendo lo que le gustaba. Ahorita es que lo veo más en lo suyo. Para mí él es alguien espontáneo, creo que esa es una palabra que lo define. Él planifica todo en su cabeza y después es que te lo suelta y te agarra desprevenida.

Mi mamá es muy organizada, para ella las cosas se tienen que planificar. Es como mi ‘compinche’, mi mejor amiga, obvio que mi papá también, pero siempre va a ser diferente. Quizás sea porque ella, al igual que yo, es mujer, creo que eso influye un poco. Con mi mamá puedo hablar de lo que sea. Eso es lo chévere de mis padres. Que me han dejado ser muy libre en lo que yo quiero ser, son más bien como mis amigos. Con ellos puedo hablar de cualquier cosa: de sexo, o sobre las drogas, del espacio interestelar, de Dios, religión… Bueno, con mi papá sobre los novios… ese tema no mucho. Pero en general, con ellos, me agrada que podemos tener debates sobre cualquier cosa.

Creo que soy afortunada en ese sentido, porque veo que algunas de mis amigas tienen una relación con sus padres totalmente distinta. El asunto mío es que yo me hago muchas preguntas, siempre tengo muchos ‘por qué’, y eso viene de la educación con la que te forman. Algunas amigas tienen miedo de hablar ciertos temas con sus padres porque simplemente se sienten cohibidas.

Ver eso influye mucho en mí, en cómo yo quiero ser con mis hijos. Me parece algo genial que tus padres no sean solo esa figura de superioridad, sino que me consideren como alguien de igual, con quienes puedo sentir confianza y seguridad, y si no estamos de acuerdo en algo podemos debatirlo. Creo que es una ventaja. Además es importante que ellos, aunque estén separados, sean amigos porque ayuda a que todo fluya mejor entre nosotros.

También tengo una buena relación con mi hermano Gabriel. Él es menor que yo por un año, pero parecemos morochos. A veces siento como si fuera más bien mayor, porque me da consejos, hablamos de muchas cosas. Él es extremadamente honesto, muy directo para decir las cosas; o sea, yo sé que él me va a decir en mi cara lo que me tenga que decir. Si tengo un problema con mi papá o mi mamá, entonces hablo con él. Él también dibuja, pero su tendencia es más hacia las ciencias políticas, los debates y eso.

Es chévere ver que soy como una mezcla de mi papá y mi mamá. Ver que tengo partecitas de los dos, y que ellos, aunque son tan diferentes, también se conectan en varias cosas. Por el lado de mi papá tengo esa timidez francesa, o sea, me gusta estar con los más cercanitos y ya, más nadie; pero también tengo los momentos en los que me sale esa parte venezolana de mi mamá, en los que puedo hablar con la gente, cuando me dan mis “ataques sociales”, así los llamo yo, que es cuando de repente tengo la confianza para hablar con los demás. Entonces, a veces tengo mi lado francés, serio y distante, pero otras veces mi lado venezolano, relajado, que es cuando socializo más. De hecho, hasta en el idioma, a veces me pasa que los mezclo o no sé el significado de algunas palabras.

Hace poco me tocó decidir mi carrera profesional para irme a estudiar a Francia. Estuve mucho tiempo sin saber qué quería estudiar o qué quería hacer, porque el Arte es muy competitivo, y ganarse la vida de eso es súper difícil. En un momento pensé en la Arqueología, y después de mucho tiempo de búsqueda, me di cuenta de que eso implica investigar, viajar, excavar, etcétera, y no sé si eso sea lo mío. También me llamaba la atención ser Astrofísica, pero yo en matemáticas y física nada que ver; no sé de dónde me salió esa idea, quizás es porque me gustan las estrellas, el espacio. Sin embargo, pienso que pude encontrar un balance. Entonces elegí Historia del Arte y Bellas Artes, porque da más oportunidades para ejercer una carrera sólida. Puedo trabajar en un museo o haciendo restauración de obras de arte. También porque quiero seguir trabajando en mi propio arte. No me quiero alejar de eso; creo que es lo único, como tal, que me gusta. En este momento, no me imagino en otra cosa.

Me gusta dibujar y hacer maquillaje de efectos especiales. Algo que quizás me influenció un poco es que, desde pequeños, mi mamá nos llevaba a visitar museos a mi hermano y a mí; además ella estudió Historia del Arte y es diseñadora gráfica, entonces mi casa está llena de ese tipo de libros y de muchos de sus exponentes. Mi papá también dibuja un poco, aunque él hace más poesía. Hay una tía que estudió arte; o sea, es algo que siempre ha estado presente en la familia.

En el colegio recuerdo que un día una profesora decidió darnos una clase de Historia del Arte. Nos mostró una pintura y nos pusimos a analizarla, ahí me dí cuenta de que me gustaba demasiado, porque cuando tú ves una pintura hay tantas cosas que no te imaginas, detalles que no habías visto antes, las cosas que quiso transmitir el artista al momento de hacer su obra: anécdotas, experiencias, ideas. Creo que eso es lo que hace del arte algo vivo.

En el dibujo logro expresar muchas cosas que yo siento. Para mí es la mejor manera de expresarme en este momento. También porque yo soy un poco tímida y con el dibujo es que logro decir cosas. El arte es una de las formas más libres de expresarse, porque si te da la gana de dibujar un árbol morado con verde, lo haces; aunque eso no exista, tú lo pintas... lo que a tu imaginación se le ocurra.

Yo dibujo muchas cosas creepy. Algunos de mis dibujos le dan miedo a la gente, y si a mí me saliera una de esas cosas me asustaría; pero al dibujarlos es como que tengo el control sobre ellos, puedo manejarlos. Me encanta hacer payasos, o duendes. Lo raro es que aunque son seres feos, mi mamá dice que los ojos son tiernos, los ojos me salen como “cuchis”. Para mí los ojos pueden expresar muchas cosas, lo que tú quieras en realidad. Yo siempre que los hago es como para … en francés se dice aérer, o sea, para darle un poco de “aire” a los dibujos, porque como dan tanto miedo, y son tan oscuros y fuertes, pero están los ojos y eso como que te calma. Cuando abordo esos temas en mis dibujos veo que puedo sentirme valiente porque, aunque me asustan, al mismo tiempo me causan mucha curiosidad. Yo creo que lo interesante es que me salen así y ya; después, cuando los veo, me siento satisfecha con ellos o no. Hay artistas que hasta se rehúsan a dar una explicación o hacer un análisis de sus cuadros porque quieren que la gente los interprete por sí mismos.

Ahora estoy terminando el colegio, y mi hermano Gabriel me dice un día: “¡Te vas a ir!”, y yo caí en cuenta: “¡verdad! ¡pronto me voy!”. Se trata de un gran cambio pues, esta vez ya no estaré con mis padres. Entonces me puse a pensar: “capaz llego y no me gusta mi carrera, y me tengo que cambiar ¡No voy a saber qué hacer!”. Eso fue algo que al principio me estresó mucho, porque yo pensaba que apenas regresara a Francia ya tenía que saber cómo hacer todo, ver dónde iba a vivir y ser más independiente. Les decía a mis padres que si el dinero no era suficiente, yo podría ponerme a trabajar. Entonces tuve una conversación con mi papá y otra con mi mamá, de esas que duran bastante. Ellos me decían: “Sarah, tú vas es a estudiar, ¡relájate!” Así fui entendiendo que a lo que voy es a aprender, y me tranquilicé un poco. Después de conversar con ellos estoy más emocionada que nerviosa, más tranquila. En este momento lo que más está en mi cabeza es eso... que me tengo que pasar ese suiche enorme, que ahora ya nada va a ser igual. Son responsabilidades diferentes, se trata de mi futuro.

Para entrar en la universidad me piden redactar un texto donde tengo que hablar de mí misma, y eso me ha servido de reflexión para pensar qué es lo que yo tengo que aportar desde lo que yo soy como persona. Ese ejercicio me ha ayudado mucho porque, como yo no tengo tanta seguridad en mí misma, me cuesta destacar lo que me gusta de mí, lo bueno de mí, lo que me hace ser yo misma. No me puedo quedar por siempre guardada, en mi cajita, toda tímida. Me toca reflexionar e intentar salir de eso. Porque en la vida, por ejemplo, si tienes una entrevista de trabajo, debes saber venderte de alguna manera; no puedo decir: “bueno, yo sé dibujar unas cuantas cositas ahí... no hablo mucho, no tengo mucho que aportar… pero acéptenme... ¡por favor!”. Más bien es: “bueno, yo puedo aportar esto, y hacer tal cosa”.

También hay una profesora que me ha ayudado mucho, es mi profesora de inglés, ella me hizo una carta de recomendación, y ahí me dí cuenta de que ella ve cosas en mí que yo no veo. Entonces yo me preguntaba: “ya va ¿de dónde saca ella todo eso? Sí eso es así, entonces yo soy maravillosa”. Es raro que otras personas piensen cosas de tí que ni tú te crees. Con eso me doy cuenta de que tengo que trabajar en la confianza en mí misma, porque ahora que sé que me van a mandar sola hacia el mundo, tengo que saber cómo manejarme, tengo mi vida en mis manos. Yo sé cuáles son mis cosas buenas, tengo que aprender a creérmelas y a darme cuenta yo misma, de cuáles son mis propias capacidades. Pudiera decir que soy más creativa de lo que pienso, que además es algo muy particular, porque no hay nadie más en el mundo que piense igual a uno, cada quien tiene su propia creatividad, la imaginación depende de la mente de cada quien.

Ese intento de abrirme hacia el afuera y socializar me tocó afrontarlo aquí en Venezuela. En Francia es más fácil ser tímido y no hablar con nadie, porque cada quien está en su mundo. Creo que estar aquí me ayudó bastante a tener que hablar en público. En el colegio, por ejemplo, aprendí que si estudias una exposición va a salir todo bien, claro, si te interesas por lo que estás presentando y te diriges con claridad a la gente. Al final, me parece que eso es la base de todo: la comunicación y la confianza.

Creo que el proceso que vive la mariposa, cuando pasa de ser una oruguita a estar metida en su “cosito”, su capullo, y que al final sale a volar, representa bastante bien el cambio que estoy viviendo en este momento. Pasar de una etapa de la vida a otra, donde uno crece para formar su propia personalidad; ese momento entre la infancia y la adultez ¡La adolescencia cansa!, pasan tantas cosas para luego convertirte en la persona que vas a ser toda la vida, donde vas a definir en qué crees, en qué no crees, qué te gusta, qué no; tus propios valores.

Si logro desarrollar más eso en mí, lo de hablar con la gente, creo que ayudaría bastante; ese sería mi aporte. Porque, por ejemplo, yo tengo una amiga que quiere ser médico, pero me dice: “yo no creo en Dios, no creo en nada”, y cuando conversé con ella, siento que le ayudé a ser más flexible en ese sentido. Le dije: “Mira si tú me dices la palabra ‘Dios’, yo me imagino a un barbudo en las nubes comiendo hamburguesa”. Para mí la Biblia es todo un tema, porque la han manipulado tanto y antes manipulaban también a la gente, haciéndoles creer que podían negociar algo para poder llegar al paraíso. Hablando con ella, siento que pude transmitirle una visión más abierta a otras posibilidades. O como el caso de un muchacho del colegio que tiene ideas machistas; al principio me daban mucha rabia sus comentarios, una vez dijo que nunca va a bañar a su hijo porque eso le da asco y eso es solo para mujeres, que se va a buscar una esposa que le haga todo; pero después pienso: “voy a hablar con él para ver por qué él es así”. Nadie es así solo porque sí; o sea, yo soy como soy por mis padres, por la gente que está alrededor mío. En el caso de él ¿quién sabe?; quizás es así por su papá, o por su mamá, en uno influye mucho eso.

Entonces de lo que se trata es de no juzgar a la gente de una, sino más bien entender de dónde viene cada quien. Hace poco veía lo de los clanes neonazis en Estados Unidos, uno se queda así, pensando, y te preguntas: “¿por qué tanto odio?, ¿de dónde vendrá eso?”. Hay una frase, no recuerdo de quién es, dice algo como que se aprende a odiar pero que uno nace inocente, sin prejuicios, queriendo a sus padres. Entonces, por eso hay que buscar el ‘por qué’ de las cosas.

La humanidad es algo tan complejo, sobre todo con los problemas de ahorita: sociales, económicos, del medio ambiente, políticos, y a escala mundial. Veo desde cosas pequeñas, como el comentario machista de ese compañero del colegio; hasta detalles más graves como el escándalo más reciente de un productor de cine en Hollywood, acusado de acoso sexual, yo me pregunto cómo es que existen seres humanos así. Con lo que he visto hasta ahora, creo que la humanidad tiene cosas buenas como la música, el arte, la cultura, eso es lo que nos une a todos. Pero si uno ve cosas como el terrorismo, la violencia, la corrupción... falta mucho por hacer todavía.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
IniRod
Lugar:
Country Club, Caracas
Fecha:
2.10.2017
¡La adolescencia cansa!, pasan tantas cosas para luego convertirte en la persona que vas a ser toda la vida.
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