Nací en Maturín, Estado Monagas, tierra pujante donde comenzó mi vida como artista, como ser humano. En una casa grande y en un sector llamado el Barrio del Bajo Guarapiche. Barrio muy famoso por la miseria, lo abandonado de la zona, por la delincuencia. Y un río que pasa. Esta es la tierra que me vió nacer. Por mi casa transitaban vacas, caballos, burros, chivos, gallinas, pavos. De ahí viene el elemento especial que yo dibujo: el caballo. Así también nació mi amor por los animales.
Las artes plásticas son para mí como una guía espiritual, emocional y hasta moral hoy en día. A mí me daban miedo los caballos. De pequeño yo los veía con esos ojos grandes y me parecían como unos dinosaurios. Un día, un señor me enseñó cómo debía acariciar al caballo, sin miedo, con alegría. Me hizo entender que los caballos sienten nuestra energía.
Empecé a dibujar inspirado por mi afición a las comiquitas.
Fue mi papá quien llevó el segundo televisor del barrio, era en blanco y negro. Yo sentía que no podía esperar la hora para ver las comiquitas, quería verlas las veinticuatro horas. Esa fue mi primera motivación para empezar a dibujar. En el colegio empezamos a concursar por el mejor dibujo, el cual estaría montado en la cartelera de la dirección, eso era para uno un gran privilegio, y un motivo más para lucirse ante las niñas, ellas eran las que elegían el mejor dibujo. Bueno, humildemente, no siempre, pero sí la gran mayoría, mi trabajo era el que iba pegado en la cartelera de la dirección.
Una maestra vio que yo tenía talento y le recomendó a mi mamá que debía estudiar en una escuela de arte. Mi mamá no creyó en mí, eso me dolió mucho. Pensaron que me convertiría en un vago. Había perdido el primer año de bachillerato mientras mis hermanos avanzaban. Mamá dejó de atenderme. Yo decidí estudiar en la noche para terminar mi bachillerato, sin que nadie supiera. Trabajaba y estudiaba pintura en una escuela de arte cercana al viejo mercado de Maturín. Casualmente, en el mercado, papá llevaba 40 años trabajando. Me independicé. Un día mamá se enteró de que ya estaba en 4to año de bachillerato, eso fue una noticia muy grande para ella, casi se le sale el corazón de la sorpresa. Ella no había creído en mí, y cuando se enteró de que estaba estudiando y que lo había logrado… se puso a llorar. Al terminar mi quinto año me vine a Caracas a estudiar en la mejor escuela de pintura para ese momento: La Cristóbal Rojas.
Mi fortaleza ha sido siempre Dios y todos mis familiares que se han muerto. Ellos me han ayudado mucho en mi vida. A todos les rezo, es una pandilla que va conmigo a todas partes. Nunca me siento solo. Creo en mí mismo.
He sido docente por una necesidad espiritual de ayudar a los muchachos. Ayudarlos a ver otro mundo. Me enorgullece cuando mis estudiantes lo logran. Si uno quiere, uno puede cambiar. Uno puede cambiar la mentalidad de la miseria, creer que se puede. Me siento orgulloso de haber sacado a varios muchachos del barrio.
Yo siempre he sido muy tímido. Creo que la timidez me llevó a reflexionar más en mis acciones para tomar las decisiones correctas. Me dio precaución para pensar bien cada paso que daba. Me generó espacios de silencio en mi interior.