Tenía trece años, recuerdo. Un día me llama mi mamá dándome la noticia de que a mi abuela paterna le diagnosticaron cáncer, ¡guao..! Fue fuerte, no te lo puedes imaginar. Para mí, fue el peor año de mi vida.
Bueno, tal vez exagero un poco, pero soy así de intensa. Debo admitir que aunque fue un año difícil, hay un antes y un después en mi vida a partir de ese momento de muerte. En ese año pasaron muchas cosas que me hicieron entender la vida de otra manera. Recuerdo que lloré tendida en el suelo del baño todo lo que no había llorado antes. Traté de mantenerme firme frente a mis padres. La verdad es que yo soy de esas personas que se bloquean y no suelen llorar tan fácil. Lo que pasa es que no me permito caer en debilidades así no más. Pero esa mañana cuando me dijeron: nos vamos a Valencia, hay que operar a la abuela. No sabemos si la operación funcione. ¡Dios!, fue ahí cuando me di cuenta de que tal vez ya no la vería más… Me fui al baño y me derrumbé. Mi mamá estaba en Guárico, donde yo nací, con mis otros dos amados abuelos, y al escuchar mi voz desconsolada me puso a mi abuelo al teléfono. Ese viejo es un duro, fuerte como un roble, increíble. Ha sido mi motorcito, el que me impulsa y anima. Sus palabras son siempre contundentes. Mi abuelo suele decir: “la familia Arocha no se rinde, uno no puede dejar el pelero así de fácil”. Deja de enfocarte en la parte negativa de la situación, esos son momentos para aprender y hacerte fuerte.
Solía ser muy rebelde, mal encarada, ahora soy media comeflor. La flor de loto tatuada en mi brazo significa para mí esa búsqueda espiritual. Me metí en yoga y budismo para canalizar mejor mis rollos con mi padre y mi rebeldía. La enfermedad de mi abuela detonó en mí esa necesidad de conectarme con algo más espiritual. Ella logró sobrevivir. Hoy día disfruto de mis cuatro fantásticos, mis abuelos maternos y paternos. Aprendí a valorar cada minuto de la vida.
En este momento me enfoco hacia lo que quiero y sueño. Quiero alcanzar el éxito, pero desde el concepto de lo que esa palabra significa para mí: alcanzar un equilibrio tanto en mi vida profesional como espiritual, en este último englobo todas mis relaciones. Sería lo máximo llegar a tener un buen estatus en lo audiovisual, es lo que más amo hacer porque me gusta crear, innovar. Pronto me voy a Chile y de ahí partiré de voluntaria a la India. ¿Y qué hago para lograrlo? me enfoco día a día en cumplir cada uno de los pasos que me propongo para hacer realidad lo que quiero.
Creo que todos tenemos algo que dar. En lo personal, siento una enorme necesidad de retribuir al universo todo lo que me ha dado. Siempre hay algo que aprender de los demás y de cada situación de la vida. Y si tengo el privilegio de poder servir de impulso a otros, así sea a una sola persona, para que encuentre una posibilidad diferente en su vida, podría darme por satisfecha.