Crecí en Paria, pasé unos años en Carúpano, pero por una amargura me vine de nuevo para acá y desde entonces no me he amargado más. Llegué a la hacienda buscando trabajo con un hermano mío que se retiró, me contrataron por seis meses limpiando los pies de las matas. Al principio del cacao no sabía nada, algunas cosas sobre otras variedades pero sobre éstas que se cultivan aquí en la hacienda, nada.

El director, Juan de Dios, me propuso ser encargado de un sector de la hacienda y le dije que yo no estaba preparado para eso, tenía solo un año trabajando. Me convencieron y eché pa´lante. Aquí aprendí de todo. Le tengo cariño a las matas. Una matica es como un niño: la siembras, la cuidas, la injertas y ella va creciendo, cuando está floreando estás contento, y cuando viene la cosecha estás más contento aún porque ves que lo que haces se convierte en cacao, en futuro. Toda mata que uno siembra lo hace con esperanza en el futuro.

Trabajar en la hacienda me ha dado muchos beneficios, me han apoyado, es un orgullo para mí. Lo que hago no lo estudié, no tengo la teoría sino la práctica. Aprendí a injertar a los siete años y no lo olvido, todavía tengo mi primera navaja, en mi casa y en mi conuco tengo injertos y mis hijos también saben injertar.

A mis tres hijos trato de inculcarles el interés por el estudio, impulsarlos. Los sábados y domingos trabajo en mi conuco medio día, después me encuentro con ellos y nos vamos al río a pescar. A uno de ellos le gusta sembrar bastante y al más pequeño le gusta estudiar, es bueno en todas sus notas. La niña también es excelente.

Le pido a Dios que me de salud, no le pido la riqueza porque si tengo salud, con cualquier cosa puedo ayudar a mis hijos. Con la crisis no se puede comprar arroz o harina pero yo tengo el maíz y lo puedo moler, tengo la verdura. Como la cosa está dura, ahorita no podemos perder tiempo, antes llegaba de trabajar y me ponía a ver televisión, ahora es más difícil pero me siento contento de estar en las mañanas en la Hacienda San José y en las tardes en mi conuquito trabajando. Soy rico con lo que tengo, mi familia y la tierra donde siembro. 

Recuerdo que cuando tenía siete u ocho años sembré unas maticas de ocumo chino en mi casa, se pusieron demasiado bonitas, yo las regaba y mi papá me decía “pero ya tienen chino, José Miguel, ve, ya están buenas de sacarlas” y yo le decía “no, déjalas tranquilas ahí”, hasta que un día las sacaron y yo me puse a llorar. Hay que sacrificar a la mata para uno poder sobrevivir pero a mí me gusta esperar, no me gusta sacarla jovencita.

No le temo a que no se produzca nada. Sembré auyama, le cayó gusano y se perdió, perdí unos reales que había gastado, y me puse a pensar qué me faltó. Le pregunté a otros productores, volví a sembrar otra vez y gracias a Dios vendí. Lo que siembro una vez, lo vuelvo a sembrar.

Cuando se cosecha el cacao veo el trabajo que estoy haciendo, veo la producción. Mientras más cacao, mejor lo estamos haciendo. Es triste trabajar la hacienda y sacar poca producción, allí es cuando conversamos con los coordinadores sobre qué podemos ponerle a las matas. La producción es algo que me llama la atención, me gusta cosechar.

Les hablo a las matas ¡cómo no!, mis compañeros dicen que estoy loco, pero si a una le pasa algo o la cosecha es poquita le digo que la voy a cuidar un poco más, que para, y al año siguiente se carga y veo que sí me escuchó. Lo más mágico es cuando uno pone el grano y va creciendo, se va formando la mata y va creciendo, sale la florecita y luego la maraca. De un grano de cacao ahora estoy cosechando maracas.

En la hacienda algunos escuchan más, otros no escuchan tanto y los talleres que hemos hecho nos han ayudado a comunicarnos mejor. Es importante. Lo que uno no comunica no existe. También han llegado ingenieros que saben bastante a ayudarnos y ellos también han aprendido de nosotros. ¡Los ingenieros también anotan! Son cosas que me hacen crecer más. Nos prestamos apoyo, somos una sola familia, no tenemos egoísmo. 

Hay personas que me dicen “si yo siembro una mata de cacao, de aquí a que dé frutos ya me he muerto” yo les digo “si te pones a pensar en la muerte nunca vas a vivir”, si no tienes dinero hay tierra, motívate, siembra la mata y de ahí sacas algo para tus hijos. La riqueza está en la tierra. Yo la estoy sembrando y cuidando. Quiero formar una hacienda de dos hectáreas que sea bien bonita, seguir creciendo y que a alguno de mis hijos le quede eso, al que le guste.

Escritura:
Odri Albornoz
Fotografía:
Chepina Hernandez
Lugar:
El Pilar, Sucre
Fecha:
9.3.2018
Si te pones a pensar en la muerte nunca vas a vivir.
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