Siempre me he caracterizado por ser una persona positiva, nunca digo “qué difícil!”, sino “qué difácil!”. Si no es fácil, es un nuevo reto y ante eso digo: ¡vamos a asumirlo! Nos vaya bien o nos vaya mal, lo intenté.
Eso lo aprendí de mi abuelo que ya va a cumplir 102 años. Él es agricultor y siempre nos inculcó, a mis primos y a mí, esa visión positiva. Siempre ha sido nuestro impulsor.
Con mi papá también he aprendido bastante. Él sacó a nuestra familia adelante con la cestería y la agricultura. Entre los seis y los diez años siempre nos íbamos con los papás y los tíos al campo para los conucos, nos enseñaban cómo se sembraba la yuca, el ocumo chino. En ese tiempo era ir a la escuela, o si no, machete y garabato en mano, a trabajar para el conuco. Después tuve un tiempo que trabajé en un restaurante en Guasimal, donde he vivido siempre. Lo empecé a hacer cuando estaba en la escuela porque desde pequeño me gustó tener mis propios ingresos. Fui aprendiendo con la dueña y ya cuando estaba en el liceo, ella salía de viaje y me dejaba como encargado.
Pienso que esa cultura del trabajo y ese carácter positivo se inculca en los niños desde la familia, y fue lo que me llevó a mí a aceptar, con compromiso y optimismo, la propuesta de encargarme de las dos haciendas que llevo ahorita.
Tenía ya siete meses como podador, y en otras labores de mantenimiento, cuando el encargado salió de vacaciones y yo quedé en su lugar porque los compañeros de la hacienda que eran más antiguos no quisieron, quizás por pena o miedo, no sé. Yo asumí, y fueron dándose cuenta de que había aprendido bastante y que todo se mantenía en buen estado.
Es una gran responsabilidad y un trabajo constante, porque nunca hay un tiempo que uno diga: ya la hacienda está lista. No, la mata de cacao se tarda dos años y medio para cosechar, es llevar el control, que se haga el mantenimiento, abonarla, fumigarla, regarla, resembrar, podar, decirle a los muchachos: vamos a hacer esto hoy, mañana vamos a hacer esto.
También es un aprendizaje diario, porque siempre consultamos entre nosotros: se puede hacer esto o aquello. Uno tiene que estar todo el tiempo abierto a aprender, a escuchar nuevas opiniones y tratar de mejorar, no decir: esto se hace así porque yo quiero, hay que tratar de que la otra persona aprenda lo poco que uno sabe y animarnos entre todos. Todo está en la actitud que uno tenga, que tiene que ser una actitud positiva. Porque si tú siempre estás negativo no verás las cosas buenas que podrías hacer para mejorar las situaciones y salir de los problemas.
Soy un padre joven. Tengo dos niños, un varoncito que va para cuatro años y una niña de meses. Ahora me tocará a mí llevarlos a ellos al conuco, mostrarles ese trabajo que es duro, pero que es tan satisfactorio y te llena de orgullo cuando da frutos. También con ellos aprendo siempre, porque, como a las plantas, hay que darles amor y cariño para que respondan igual. Hay que crearles un buen ambiente, cuidarlos de las cosas que puede dañarlos, y es una dedicación constante, criar buenos hombres y mujeres no se hace de un día para otro, es un proceso. Aparte, los niños nos ayudan porque nos motivan a seguir haciendo las cosas bien o tratar de hacer lo correcto para ellos, debemos inculcarles buenos ejemplos.
Si pudiera decirles algo para su futuro sería que a veces sí hay momentos en que uno piensa: es muy difícil. Pero nadie nos dijo que iba a ser sencillo. Primero hay que comerse las verdes para luego disfrutar de las maduras. Siempre hay que tratar de ser ingeniosos, pensar: está bien, me pasó esto, pero cómo hago para que esto no vuelva a pasar, cómo hago para convertirlo en difácil.
¡Yo digo que todo se puede lograr! Va a ser trabajoso, como el conuco y la siembra de cacao, pero si lo haces de corazón y con constancia el tiempo de cosecha va a llegar.