En el pueblo siempre ha existido la teoría de que lo mejor está afuera, en la ciudad, porque aquí no hay futuro. Por esa razón mis papás me mandaron a Puerto La Cruz en busca de ese futuro ideal, en ese momento tenía quince años.

Mi papá soñaba con que estudiara ingeniería. Comencé haciendo un técnico para alcanzar su sueño, para complacerlo. En un principio me fue bien: me gradué y trabajé en mi área aunque aún no tenía el soñado título de ingeniero.

Al poco tiempo me casé, tuve un bebé y luego abandoné mi trabajo para dedicarme por completo a él. Hubo un cambio importante en mi vida y este fue mi divorcio; la razón por la cual volví a la casa de mis padres en el pueblo donde crecí. Este hecho representó un choque porque estaba tan acostumbrada a mi ritmo en la ciudad que lo único que pensaba era que aquí en el pueblo no había lo que yo necesitaba para estar bien. Al principio estuve negada en aceptar que había vuelto, ni siquiera salía de casa.

Hace ya un año que regresé. Me he enamorado de la tierra en la que crecí, hasta entonces no supe valorarla. Para mí es el mejor lugar en el que he estado. Aquí lo tengo todo y no lo sabía, sino hasta ahora que me siento tan libre caminando sin miedo por la calle, haciendo cosas que no puedo hacer en la ciudad, respirando el aire puro de aquí. Encontrarme a mis amigos de la infancia, conversar con ellos. Aquí la gente es amable, generosa y yo no voy a cambiar nada de esto para volver a la ciudad.

Estuve a punto de irme del país pero siento que las circunstancias me trajeron de vuelta para que criara a mi hijo. Veía la vida en este lugar y sentía que era un sitio sin oportunidades. Hoy no me visualizo en otro lugar. Aprecio todo lo que me rodea, tengo a mi familia, amigos, y mis costumbres. Estamos todos conectados aunque nuestros intereses sean distintos.

En este momento me dedico a la repostería, y es mi pasión. Mi felicidad es disfrutar lo que hago y mi ingrediente principal para esto es la alegría de mi hijo. Para mí es importante la constancia, busco siempre el equilibrio en la vida y en todas las cosas como si se tratara de una torta que preparo. Insisto en no dejarme caer por la crisis que atraviesa el país y muevo mares para lograr las cosas que sueño. Invierto buena parte de mi tiempo en actividades que incluyan a personas que quieran luchar por redescubrir Venezuela. 

Si uno siente que la vida no tiene una esencia, es porque le falta algo. Mi esencia es vainilla con mantecado. Antes me hacía muchas preguntas a mí misma: hoy ya no. Ahora la vida me va dando respuestas a preguntas que casi nunca me estoy haciendo. Hace poco comprendí esto, cuando comencé a tener mi propio objetivo de vida. Yo vivía para complacer a los demás hasta que hice un taller de crecimiento personal y comencé a rebelarme, por así decirlo, poco a poco, he ido superando esto, me he dedicado a hacer lo que me hace feliz a mí sin que mi autoestima se tambalee.

Me siento completa con las cosas que hago. Y preparada para todo lo que venga. Adquirí fortaleza, tengo la dicha de haberme encontrado a mí misma en este lugar, en las calles de mi infancia. Hoy tengo mis objetivos muy claros. Sé dónde quiero estar y es aquí, reconstruyendo mi país.

Escritura:
Beatriz Müller
Fotografía:
Susana León
Lugar:
El Pilar, Sucre
Fecha:
10.3.2018
Si uno siente que la vida no tiene una esencia, es porque le falta algo.
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