Aunque usted no lo crea yo quiero más al fútbol que a mi mamá y ella lo sabe. Para cualquier lado que voy llevo mis zapatos para ponerme a jugar. Desde que era chiquitico yo ya sabía qué me gustaba. Con seis, siete años, me la pasaba jugando en la calle. Si no tenía zapatos, jugaba descalzo. Si estaba en cholas, me las quitaba. No me importaba si me ensuciaba los pies. Nada de metras y nada de perinola, solo fútbol.

Desde mi casa veía a los muchachos jugar en el otro lado de la calle y un día me hice esta pregunta: ¡¿Qué se siente jugar fútbol?! Entonces agarré y le dije a mi mamá un fin de semana: ¿Puedo salir a la calle? Ella me dijo que sí.

Salí bien rápido de la casa y me acerqué al otro lado de la carretera donde siempre practicaban los muchachos. Me preguntaron si yo sabía jugar y les respondí que más o menos. ¡No les podía decir que no sabía! Pero cuando agarré ese balón, me atrapó. Fue como si no se quería despegar de mí. Yo pensaba: ¡Ajá!, a ver cómo corro. ¡Ajá!, a ver cómo pateo. Y cuando le di durísimo, ¡pum!, hice gol.

Mi papá siempre me hablaba de béisbol pero yo no le prestaba atención. Probé algo nuevo y me gustó. A los siete años ya estaba entrando en un equipo y cuando él se enteró que me iba a inscribir menos mal que no se molestó. Se dio cuenta de que el fútbol es lo que amo. Fue una de las primeras personas de mi familia que me apoyó. Iba a todos los partidos conmigo y siempre busca ayudarme en todo al igual que mi mamá. Si ellos no pueden ayudarme en algo hoy, seguro lo intentan mañana. Tengo todo lo que realmente quiero de ellos: amor y comunicación, no rial ni esas cosas.

Mi sobrino cumplió un añito el 5 de mayo. Lo veo y sé que se va por el camino del guante y el bate. Le va a gustar más el béisbol pues, pero no importa. No lo puedo obligar a que sea lo que yo quiera. La idea es que sea feliz y haga lo que más ama igual que yo.

Ahorita estoy buscando un nuevo equipo porque ya cumplí quince y no puedo seguir con ellos por mi edad. El entrenador me deja ir a las prácticas de lo más tranquilo, pero no es igual porque no puedo asistir a los campeonatos. Pronto tengo una prueba en Sucre a ver si quedo para formar parte de la Sub 16. Estoy preparándome. Digamos que estoy soñando que sí quedo y sí voy a lograrlo.

Nada me da miedo. Siempre he sentido los equipos como una familia. Cada vez que estoy en uno nuevo los muchachos me dan una buena bienvenida y nos divertimos. Igual, como practicamos fútbol siempre vamos a ser amigos y rivales, pero con respeto. La tolerancia, el amor, la sinceridad, la amistad y el respeto son los valores que coinciden en un buen jugador.

Si no quedo no le echo la culpa a nadie de las derrotas, las asumo. Como nos dice Mario, nuestro entrenador: “Si perdemos, perdemos todos” y “Si ganamos, ganamos todos”, porque el trabajo es en equipo.

Una vez en el partido de Mesuca estábamos jugando toditos. Tocábamos el balón de acá pa'llá, de allá pa'cá y en el segundo tiempo estábamos todos tranquilitos. Nadie estaba respirando rápido ni cansado. Solo tres o cuatro tomaron agua y más nada. Seguimos jugando. Eso es trabajo en equipo y amistad de la buena.

La fiebre que tengo por jugar fútbol es intensa y todavía seguirá. Es que se contagia. Antes de que hicieran la cancha yo veía a los chamos pendientes de una pistola, de tomar y amanecer, pero ahora no. La gran mayoría está enfocada en practicar fútbol. Dicen que cuando juegan se olvidan de los problemas que tienen y de los problemas que pasan en la calle. Hasta los más grandes esperan que nosotros terminemos el partido para ponerse a jugar béisbol, fútbol, básquet o cualquier deporte ¡Gracias a Dios la cancha sigue aquí!

Cuando la piso soy otra persona. Me inspiro, siento una pasión dentro de mí que solo me hace pensar en fútbol y en ver ese balón dentro del arco. 

Escritura:
Stivalis Monsalve
Fotografía:
Astrid Hernández
Lugar:
Petare, Caracas
Fecha:
16.5.2018
Nada de metras y nada de perinola, solo fútbol.
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