He tenido la dicha de ser siempre feliz pese a que mi vida fuera salpicada por el mundo político desde temprana edad. En el Delta del Orinoco, donde nací, mi papá fue jefe civil y como figura importante, por diferencia de opiniones, lo desterraron de nuestro pueblo. Tuvo que mudarse a la capital.
La única manera de salir de Tucupita era haciendo un viaje en curiara hasta Barrancas del Orinoco desde donde partiríamos, posteriormente, para Caracas en autobús, donde estaba mi papá que había tenido que salir antes por la urgencia del destierro. Nos estaría esperando a mi mamá, a mis hermanos y a mí, que tenía cuatro años para ese entonces. La alegría que sentí al llegar y verlo de nuevo fue indescriptible. Siempre fue el hombre más importante de mi vida, sin embargo, ya en mi adolescencia entré al partido comunista solo para llevarle la contraria.
Tenía mucha energía y sentía una empatía total con la sociedad, por esta razón entré a la Cruz Roja e incluso llegué a tirar piedras a la policía en la época en que estudiaba en el liceo, como protesta contra la dictadura en la cual vivíamos. Hoy, aunque mis opiniones políticas han cambiado, sigo haciendo escuchar mi voz porque siempre he querido estar al lado del pueblo.